No, no estamos hablando de ninguna central nuclear ni de la bomba nuclear ni de la guerra nuclear ni de la energía nuclear ni del Consejo de Seguridad Nuclear, no, no se trata en este caso de un adjetivo, sino de un verbo. Hablamos (¡qué bien queda usar de vez en cuando el plural mayestático!) del verbo nuclear, que no es un verbo que pueda explotar y causar contaminación radiactiva, sino otro más inofensivo, si bien se nos coló en el español forzando la puerta del Diccionario con una ganzúa.

Quienes participamos en la redacción de algunos libros y manuales de estilo siempre insistimos en que nuclear no debía usarse como verbo, pues en español ya tenemos otros para expresar esa misma acción, como agrupar, congregar, etc. (Desaconsejamos frases como «La asociación que nuclea a los familiares de los desparecidos»). De paso es conveniente advertir que ese verbo intruso tampoco está bien usado cuando se le da el significado de ‘dirigir’: «El partido que nuclea el senador X».

Mas hete aquí que en el 2014, el verbo nuclear apareció en el DRAE con el significado de «unir a varias personas que tienen un interés común», y también con la forma pronominal —nuclearse— como «dicho de dos o más personas: Unirse por un interés común», sin bien estaba etiquetado con las marcas de los países donde se utiliza, que son la Argentina, Paraguay y Uruguay. Parece ser, pues, que —de momento— los guatemaltecos, los mexicanos, los dominicanos, los españoles o los ecuatoguineanos no se nuclean… ¿Sera porque somos muy miedosos y preferimos evitar cualquier contacto con las explosiones nucleares…?

¡Ojo! ¡Que a nadie se le ocurra vehicular esas advertencias sobre nuclear, pues será tropezar con una piedra muy parecida, es decir, estará usando un verbo tan intruso como el anterior. Veamos qué sucede:

En algunos diccionarios del siglo XIX estaba registrada la voz vehicular como adjetivo, con los significados de «del vehículo», «lo que pertenece al vehículo», «relativo o concerniente al trasporte o conducción»… Más tarde, ya a finales del siglo XX, comenzó a usarse ese mismo adjetivo en otro contexto, relacionado con el lenguaje, y se hablaba de la «lengua vehicular» para referirse a la que sirve de comunicación entre grupos de personas de lengua materna distinta, y así apareció definido en la edición del Diccionario en el 2001.

Mientras tanto, en el terreno de inventar palabros innecesarios, siem­pre hubo y habrá personajes que le echan valor al asunto y no se arredran ante la posible reacción del resto de los mortales, por cierto, y por desgracia, muy receptivos ante ese tipo de innovaciones. Y si ya teníamos verbos como tr­ans­mitir, difundir, comunicar, canali­zar, en­cauzar, organizar… ¿Qué falta nos hacía el novedoso vehicular? Si de lo que se trataba era de cierta fascinación por el automovilismo, podrían haberse usado perífrasis del tipo servir de vehículo, actuar co­mo vehículo o ser el vehículo de…

Pero no. Hubo que inventar un nuevo verbo, que a algunos debió parecerles demasiado sencillo y po­bretón y decidieron completar la obra perfeccionando el anterior disparate con otro aún más osado: vehiculizar…

Alberto Gómez Font
Patrono de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española

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