Soria, 2 de febrero de 1990

La Fundación que lleva nuestro nombre se constituyó el primer día del mes de marzo de 1989, es decir, hace casi un año. Como Presidentes de Honor nuestro papel se concreta al de conocer, impulsar, colaborar y patrocinar cuantas actividades realice la Fundación, de acuerdo con lo decidido por el Patronato que es, como saben Vds., el único órgano de Gobierno de la misma. Nosotros hemos entendido, desde un principio, que ello supondrá, en la práctica, que debemos limitarnos a prestar nuestro apoyo a las tareas libremente decididas por el Patronato, confiando en que nuestra ayuda resulte lo más eficaz posible. Como un primer paso en este sentido, el acto constitutivo de la Fundación se celebró en nuestra propia casa. La Infanta y yo quisimos mostrar así, públicamente, nuestro decidido apoyo a las tareas de la Fundación, en el mismo acto en que ésta cobraba vida, y, si Vds. me lo permiten, añadiría que también deseábamos manifestar nuestro compromiso con esta ciudad y provincia de Soria, cuyo nombre nos honramos en llevar por decisión de S. M. el Rey.

La Fundación, nuestra Fundación, tiene dos objetivos fundamentales: fomentar los estudios hispánicos y colaborar con las instituciones que vienen dedicándose a la difusión de nuestra milenaria lengua: el castellano. Y todo ello, aún cuando el Patronato ocasionalmente decida hacerlo en otros lugares, en el marco de Soria, en el marco de este singular edificio que tan generosamente acaba de ceder a la Fundación la Excelentísima Diputación Provincial.

El Hispanismo no es, ciertamente, una disciplina académica. Probablemente deba su nombre a Morel-Fatio, aquel extraordinario Profesor de literatura española de la Universidad de Burdeos que, a comienzos de este siglo, inició la publicación de la famosa Revue Hispanique y que no dudó en calificarse a sí mismo como hispanista. Tal vez, desde entonces, los hispanistas vienen siendo aquellos universitarios no españoles que realizan estudios acerca de la lengua y la literatura española, usando las herramientas de la Historia, la Lingüística, la Antropología y la Crítica Literaria. Hoy son varios centenares, repartidos en varias decenas de paises y agrupados mayoritariamente en la Asociación Internacional de Hispanistas, que celebra importantes congresos, cada dos años, el último de los cuales ha tenido lugar, recientemente, en Barcelona. A Doña Margarita y a mí nos gustaría que nuestra Fundación patrocinara sus iniciativas y que el Complejo de la Merced acogiera, periódicamente, a las personas de estos esforzados estudiosos que son hoy en día nuestros mejores embajadores culturales en sus propios países. España tiene una deuda impagable con todos ellos y a la Infanta y a mí nos gustaría -repito- que la Fundación contribuyera a pagar una parte de ella, por muy pequeña que sea.

En cuanto a la difusión de nuestra lengua, consideramos que todo lo que se haga es poco. El castellano es un capital intangible, inmenso, un milenario tesoro que, año tras año, genera una riqueza inconmensurable, a través de su incidencia en casi todas las manifestaciones -culturales, económicas, tecnológicas- de una colectividad que hoy alcanza a varios centenares de millones de personas. Los réditos de este enorme capital nos llegan a través de una expansión que ya no se halla a merced del crecimiento vegetativo de la poblaciones que lo hablan. El castellano es hoy día uno de los idiomas del mundo cuya expansión parece mejor asegurada. Frente a idiomas antaño tan prestigiosos como el francés -hoy en franco retroceso- nuestra lengua se asienta y se expande en comunidades donde, hasta ahora, era minoritaria y carecía de prestigio. Pero, -nos hemos preguntado muchas veces- ¿Se debe esta expansión a nuestro interés por nuestra propia lengua?; ¿Hacemos los españoles lo suficiente por protegerla, fomentar su difusión y prestigiar su uso?. Sin duda, la Administración viene haciendo encomiables esfuerzos y los Institutos Cervantes, los premios y galardones o la política editorial, son una buena prueba de ello, pero, ¿es esto suficiente?. Creemos, como dije al principio, que todo lo que se haga, aunque se haga muy bien, es poco. Por eso la Infanta y yo hemos pedido, desde un principio, al Presidente de la Fundación, Don Rafael Benjumea, que considere la preparación cuanto antes del programa que ésta pueda desarrollar en la defensa y promoción de nuestra lengua, secundando, en todo caso, los importantes esfuerzos que viene realizando la propia Administración.

El principal capital de la Fundación es, sin duda alguna, su Patronato. Y como la Infanta y yo nos sentimos muy honrados de que gentes tan significadas del mundo cultural español hayan aceptado sus cargos, sin contraprestación alguna, me van a permitir Vds. que sea un poco prolijo al referirme individualmente a cada uno de ellos.

Encabeza la lista su Presidente, Don Rafael Benjumea, Marqués de Valdecañas, Ingeniero de Minas, Economista y prestigioso empresario, cuya sola mención basta para comprender que su acreditada capacidad de gestión será la mejor garantía de los éxitos que, sin duda, va a cosechar también al frente de la Fundación.

Presente en este acto, como D. Rafael Benjumea, se encuentra asimismo el Profesor Gonzalo Anes, Catedrático de Historia Económica de la Universidad Complutense, Académico de número de la Real de la Historia, Presidente del Real Patronato del Museo del Prado, Consejero del Banco de España y un largo etcétera que se resume en estas tres palabras: un extraordinario historiador. Vienen luego, y cito por orden alfabético, el Lingüista Don Manuel Alvar, que actualmente dirige la Academia española; otro Director de Academia, esta vez de la de Medicina el Profesor Botella Llussiá; el Historiador del Arte norteamericano, Jonathan Brown, uno de los más importantes especialistas en nuestra pintura del siglo XVII; el Académico de la Lengua, Antropólogo e Historiador vasco, Don Julio Caro Baroja; el también Académico y gran Escritor castellano Miguel Delibes; el Historiador británico John H. Elliot, que acaba de ser nombrado «Profesor Regio» de la Universidad de Oxford por la Reina de Inglaterra; el Académico Pere Gimferrer, poeta extraordinario en catalán e igual de extraordinario como prosista en castellano; el distinguido Médico, soriano por cierto, Don Carlos Hernández Gil; el Académico, lingüista e historiador de la literatura, Don Fernando Lázaro Carreter; el Economista Don José Luis Leal Maldonado que, como todos Vds. recuerdan, ha ocupado recientemente altas responsabilidades en el Gobierno, lo mismo que el Profesor Ernest Lluch, Catedrático de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad de Barcelona, Rector de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo y uno de los más importantes historiadores catalanes del momento que, además, nos acompaña en este acto. Vienen luego, el Académico Don Julián Marías, tan ligado a Soria; el distinguido Diplomático y novelista, Don Santiago de Mora-Figueroa, Marqués de Tamarón; el joven Académico de la Española y Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, Don Francisco Rico; el Catedrático y Académico de la Historia, Don Felipe Ruiz Martín, castellano viejo que todo lo sabe acerca de las dificultades financieras del Tercer y del Cuarto Felipe; el Profesor Jean Vilar, el gran Hispanista francés que tan bien conoce ese fenómeno tan español como es el arbitrismo del siglo XVII; y, por último, entre los Patronos a título personal aparece nuestro Secretario, el Historiador Vasco Alfonso Otazu, cuya constante, eficaz dedicación a la Fundación querríamos agradecer aquí.

Otro motivo de gran orgullo para la Infanta y para mí es la lista de Instituciones, Corporaciones y Entidades que nos han querido honrar con su presencia en el Patronato. Empezaré por la Junta de Castilla y León, representada por su Presidente, Don Jesús Posada, ilustre político y soriano, presente hoy aquí junto a nosotros y a quién deseamos toda clase de éxitos en su nueva responsabilidad. Viene luego la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, titular de los Institutos Cervantes en el extranjero; el rector de la Universidad de Valladolid. El Rector del Real Colegio de San Clemente de los españoles en Bolonia, la más antigua de las instituciones académicas españolas en el extranjero, donde se formó Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática castellana; las dos corporaciones sorianas, Ayuntamiento y Diputación Provincial, cuyos titulares, Don Virgilio Velasco y Don Javier Gómez, participan ya activamente en nuestras tareas. Y también la Caja General de Ahorros de Soria, cuyo Presidente, Don Fernando Modrego, va a ser nuestro anfitrión esta tarde. Todos ellos secundados por un Director General de excepción: José María Rodríguez-Ponga, que une a su estricta formación jurídica y financiera, una extraordinaria sensibilidad cultural.

Con los objetivos culturales perfectamente definidos, y este extraordinario Patronato para llevarlos a cabo, nos ha parecido que no podíamos olvidar el entorno que nos acoge, la población que va a dar vida a estos proyectos que como es lógico se halla sometida a una problemática propia. Soria es una de las provincias españolas que posee un Patrimonio Histórico-artístico más notable, pero también, como en el resto de España, su extraordinario peso es abrumador y nada es suficiente para poner freno a su natural deterioro, y este patrimonio, fruto del esfuerzo, las creencias y los gustos estéticos de nuestros antepasados precisa cada vez más de actuaciones puntuales que lo rehabiliten y lo restauren de acuerdo con las más avanzadas técnicas actuales. Por otra parte, la población soriana -como tan acertadamente subrayan siempre las autoridades que tan dignamente la representan- se haya sometida a un proceso de envejecimiento alarmante ya que, faltos de actividades en que ocuparse, los jóvenes emigran y paulatinamente se despuebla la provincia. Se ha pensado bastante sobre este problema y se ha dicho que, tal vez, lo mejor sería atajarlo en su raíz, tratando que los jóvenes hallen su primer trabajo aquí, justamente en la rehabilitación de su propio ambiente. Si los jóvenes trabajan en la mejora de su propio entorno su calidad de vida mejorará también y eso podrá contribuir a retenerles y a mitigar aunque solo sea en parte, la creciente despoblación de Soria. En este sentido contactamos con la Fundación para la Ecología y la Protección del Medio Ambiente, una Institución admirable, a cuyo entusiasmo y capacidad se debe el desarrollo del Programa de Escuelas-Taller que, con la eficaz ayuda del Instituto Nacional de Empleo, el INEM, ha creado más de setecientas escuelas taller en toda España. Nosotros alentamos al Presidente Benjumea, nada más constituirse la Fundación, a que estudiara una fórmula para poner en marcha aquí, en Soria, algo parecido. Y, conjuntamente con el Ayuntamiento, cuyo Alcalde fue desde el primer momento un entusiasta de la idea, se acaba de poner en marcha una Escuela-Taller que también llevará nuestro nombre. Y por lo que sabemos, la Diputación va a hacer lo propio, próximamente, con el objeto de restaurar las antiguas cañadas del honrado Concejo de la Mesta. Todo lo que se haga para poner en valor vuestro propio entorno nos parecerá siempre poco, en esa tarea estaremos siempre a vuestra disposición. Pero creo que me he alargado demasiado, y lo que es peor, sin haber hablado aún del acuerdo que nos acaba de leer el Secretario de la Corporación Provincial, y que constituye la razón por la que ahora nos encontramos todos aquí.

La firma que acaba de tener lugar, pone punto final al periodo constituyente de la Fundación que lleva nuestro nombre. Es, sin duda, una muestra más de la generosidad y del afecto con que esta Ilustre Corporación nos viene honrando desde hace años, pero es también la muestra de afecto y confianza más importante de cuantas hemos recibido. Esta Corporación, la más prestigiosa de cuantas existen en la provincia, con la que más identificados se han venido sintiendo los sorianos desde hace ya más de cinco generaciones, ha cedido, por acuerdo unánime de todos sus corporativos y casi por un siglo, el uso de una de sus dependencias más emblemáticas, uno de sus edificios más nobles, el antiguo Convento-Hospicio de La Merced, a la Fundación Duques de Soria, lo que nos conmueve, aunque, si hemos de ser sinceros, mucho más aún, si cabe, nos obliga. Y os obliga a vosotros, Patronos de la Fundación, y en particular a su Presidente, D. Rafael Benjumea, a quien felicitamos efusivamente por haberse hecho acreedor a lo largo de estos meses de la Dirección de esta difícil tarea que consiste en poner en marcha una Fundación Cultural, elaborar los programas de actividades, y obtener los fondos necesarios para desarrollarlos. Pero, por esta misma capacidad acreditada, tenemos la convicción de que esta Ilustre Corporación Provincial no se va a ver defraudada; de que su gesto de generosidad va a verse recompensado por una administración prudente, un uso dignísimo y una gestión eficaz; y, por último, tenemos también la convicción de que la Fundación, en colaboración con las restantes Entidades y Corporaciones de la capital y de la provincia, va a impulsar en Soria un florecimiento cultural que, aunque sea a largo plazo, tal vez nos facilite a todos el vernos con los ojos de quien ha hallado su propio futuro en las señas indelebles de su pasado, valorándolo debidamente, reconciliándose con la belleza de sus manifestaciones artísticas, con la firmeza de sus tradiciones, con la riqueza de su variedad. Seguramente, los pueblos que dan la espalda a su pasado y no son capaces de proyectarlo en su futuro, los que niegan su propia historia, acaban por desvirtuar el presente, por perder su propio rumbo. Los navegantes prudentes, cuando llevan a bordo los aparatos de precisión que facilitan la navegación, prefieren usarlos antes que entregarse a su pericia, antes que aventurarse inútilmente. Extraigamos, pues, de la Historia, los ejemplos precisos para encarar el presente y el futuro sin riesgos innecesarios. Y a este respecto, el acto de hoy es muy ilustrativo de este deseo nuestro, ya que la Fundación, en estrecha colaboración con todos vosotros, debe tratar de rescatar todos -repito, todos- los valores culturales de esta Comunidad y devolvérselos de forma que ella pueda aprovecharlos en todo su valor y de la mejor forma posible.