Roma, 19 de julio de 2010

Empiezo presentándoles las excusas de mi esposa, la Infanta Margarita, que por una desafortunada indisposición ha visto frustrado en último momento su deseo de estar aquí con todos ustedes. Y paso a leer en su lugar las palabras que ella hubiera querido dirigirles.

“El Duque de Soria y yo, en nuestra condición de Miembros de Honor de la Asociación Internacional de Hispanistas, percibimos nuestra participación en la inauguración de este decimoséptimo Congreso Internacional como una nueva oportunidad de reafirmar nuestro pleno respaldo a esta Asociación, a los hispanistas que la forman, y a las ideas y objetivos que la inspiran.

Desde el Congreso de 1992 en California, nuestra Fundación, que había nacido tres años antes con el apoyo al hispanismo internacional entre sus principales objetivos, se honra en mantener una colaboración estable con la AIH, y en poner sus recursos a disposición de esta benemérita Asociación, que pronto cumplirá medio siglo de fructífera existencia.

La vocación de nuestra Fundación de apoyar al hispanismo internacional nace de un sentimiento: la gratitud hacia quienes desde fuera del mundo hispano centran su vida profesional en el estudio de nuestra lengua y de la multiplicidad cultural que ésta abarca.

Pero también nace de una constatación: que la muy meritoria labor que ustedes los hispanistas desarrollan, es poco conocida -y por tanto poco reconocida- por quienes más les debemos, que somos quienes pertenecemos a este mundo hispano cuya importancia no deja de crecer en el ámbito internacional, apoyada en la fuerza más pacífica y más sostenible, la de la lengua y la cultura, de la que son ustedes excepcionales embajadores.

En momentos como el actual, en que se extiende la preocupación por la economía, resulta aún más ejemplar la trayectoria de quienes, como ustedes, se dedican a actividades económicamente mal atendidas, pero de las que toda la sociedad se beneficia a la larga.

Hoy en día es habitual que lo urgente prime sobre lo importante, y no está de moda pensar a largo plazo. Y precisamente por eso es aún más importante que alguien se dedique a cultivar y transmitir el conocimiento, y a conocer y cuidar sus raíces, como hacen ustedes. Lo que convierte en aún más encomiable su labor, porque supone ir contra las corrientes dominantes.

Nuestra más cordial enhorabuena, pues, a los hispanistas, por su dedicación a unos estudios que todos necesitamos que sigan siendo cultivados, incluso quienes no los conocen o no los valoran adecuadamente.

El sentimiento de agradecimiento hacia la labor de todos y cada uno de ustedes, y la constatación de que esa labor no recibe un reconocimiento proporcional a su importancia, explican que hoy, una vez más, el Duque de Soria y yo queramos reafirmar públicamente nuestro apoyo de todo corazón al hispanismo y a los hispanistas.

Queremos personalizar nuestro reconocimiento en los ilustres profesores que forman el Comité Local Organizador de este Congreso, en especial en la Doctora Doña Patricia Botta, y en el equipo de colaboradores que con su trabajo desinteresado hacen posible esta magna reunión; en quienes integran la Junta Directiva de la AIH; en su Presidente el Doctor Don Carlos Alvar Ezquerra; en su Secretaria General la Doctora Doña Blanca López de Mariscal; y en todos los que les han precedido en esas responsabilidades, guiados por el espíritu de servicio a sus colegas hispanistas de todo el mundo.

Es de justicia también, y más aún en los tiempos que corren, dar las gracias a las instituciones que con sus aportaciones financian este Congreso, y a las que desde España colaboran en el apoyo de nuestra Fundación al hispanismo, como la Fundación Marcelino Botín y la Junta de Castilla y León.

Este año el lugar elegido para el Congreso es excepcionalmente simbólico, porque Roma fue el centro del mundo que se expresaba en latín, lengua madre del español, cuya universalidad en el pasado es un modelo que debemos recordar a la hora de buscar claves para la convivencia y para la paz futuras.

Del latín debemos aprender que detrás de una lengua que es vehículo de comunicación entre países y culturas debe haber una base de principios y de valores.

El latín, que está en la raíz de las lenguas romances que habla hoy buena parte de la humanidad, y entre las que el español ocupa un lugar especialmente destacado, era la base del derecho romano, en el que todavía hoy se inspiran en buena medida las reglas de convivencia entre sociedades y culturas muy diversas. Ojalá que seamos capaces de aprender del pasado para poder enfrentarnos con éxito al futuro.

Terminamos ya, reiterando -con todo nuestro aliento y nuestro afecto- nuestros mejores deseos para todos los hispanistas en general, y en particular para los que participan en este decimoséptimo Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, y hacemos votos por que este simposio resulte muy enriquecedor para ustedes, para el hispanismo, y para la cultura.”

Muchas gracias a todos.