Soria, 29 de noviembre de 1999

Cuando en 1994 presidí por primera vez el Patronato de la Fundación Duques de Soria, en Salamanca, tuve la clara percepción de que nos encontrábamos ante la materialización de una gran idea, y así lo dije.

Cinco años después, al inaugurar esta sede y oir al Conde de Guadalhorce resumir lo realizado desde entonces, sólo puedo decir que aquella materialización se ha hecho cada vez más densa, más sólida.

Y este Convento de la Merced se ha convertido en el baluarte físico de una institución que reúne todas las cualidades para ser calificada de ejemplar, como acaba de decir el Presidente de la Junta de Castilla y León.

Veo con especial satisfacción el que la Fundación que con tanto entusiasmo y acierto inspiran y alientan los Duques de Soria desde hace 10 años tenga sus cimientos asentados sobre la libertad, haga de la independencia su bandera, y dirija con tanta eficacia sus esfuerzos a cultivar ese sustrato esencial de nuestro futuro colectivo que es la formación humana, al ocuparse de aquellas áreas que no pueden atenderse desde perspectivas temporales orientadas al corto y al medio plazo.

Considero un acierto que esta Fundación entienda su complementariedad con la Universidad en dos direcciones: hacia dentro, mediante la profundización del estudio especializado, y hacia fuera, mediante la difusión ante la sociedad de los conocimientos cultivados por los estudiosos. Y que además lleve esa complementariedad al terreno material, de una forma tan significativa como la que se descubre en esta sede, en la que acoge a la vez una Escuela de Empresariales y una Residencia Universitaria.

Y comparto la convicción de la Fundación Duques de Soria de que hoy nuestra cultura es parte de una mayor, con vocación universal que trasciende las fronteras, y practica lo que cree al apoyar al hispanismo internacional, también acogido en este Convento de la Merced, y al preocuparse por completar la formación de profesionales de otros países de ese gran espacio cultural de quienes tenemos el español como lengua común.

El cultivo de la lengua que os une, el estudio de la historia en busca de elementos positivos para construir el futuro, y la preocupación por el patrimonio y por el paisaje, como legado que debemos dejar a las generaciones que nos sigan, son algunas de las actuaciones de esta Fundación que merecen nuestra felicitación.

Creo firmemente que la Cultura es el mejor exponente de la verdadera riqueza de un pueblo, que ningún proyecto de porvenir tiene sentido sin ella, y que el bienestar social sólo cobra su verdadera dimensión cuando se asienta firmemente sobre este patrimonio común.

Por todo ello, sólo puedo congratularme una vez más de que España empiece a contar con instituciones como ésta, que tanto contribuyen a reforzar la vitalidad de nuestra sociedad desde su base.

A los Duques de Soria, al Conde de Guadalhorce, a los Patronos de la Fundación y a todos cuantos hacen posible su actividad y colaboran con ella, mi felicitación más cordial, y mi aliento para que sigan trabajando en la misma dirección y con el mismo entusiasmo que hasta ahora.