S.A.R. la Infanta Doña Margarita durante su intervención en la inauguración del curso 2006-2007

Soria, 5 de julio de 2006

Cada año, cuando se acerca esta fecha, el Duque de Soria y yo nos detenemos a pensar sobre el camino que la Fundación ha recorrido desde su nacimiento, hace ya casi dieciocho años. E inevitablemente, cada año volvemos a recordar por qué creamos e impulsamos esta Fundación, por qué la Fundación hace lo que hace, y para qué sirve hacerlo. Y aunque con el paso de los años descubrimos que hay muy pocas preguntas que tengan respuesta fácil, en esta cuestión nos reafirmamos siempre en las mismas ideas.

Para nosotros es esencial que la Fundación sirva bien a Soria. Y entendemos que para Soria es esencial hacerse más visible, y que su imagen exterior sea de prestigio. El Duque de Soria y yo pensamos que eso se consigue, en buena medida, vinculando esta tierra con el más seguro y constante de los elementos que configuran el desarrollo humano: la cultura, que es el cultivo y la exaltación del conocimiento y de las ciencias. Contribuir a difundir esa imagen de Soria aporta nuevas y enriquecedoras perspectivas a quienes fijamos aquí nuestro centro de gravedad. Por eso creamos la Fundación, y por eso creemos que en esa línea la Fundación sigue sirviendo a Soria cada vez mejor.

En cuanto a por qué dedicarse, como hace la Fundación, a cultivar áreas de conocimiento que muchos no creen útiles, mi esposo y yo estamos convencidos de que nuestra sociedad no puede permitirse el lujo de perder la curiosidad, de dejar de interrogarse sobre todo lo que nos rodea en el tiempo y en el espacio. Porque toda curiosidad es poca para fortalecer la capacidad analítica que define a los seres humanos y que nos permite ser cada vez un poco más dueños de nuestro destino. No cabe progreso sin espíritu crítico, y eso exige la capacidad de cuestionarse cosas. Para eso hay que potenciar la educación, y ésta sólo fructifica unida inseparablemente a la cultura. Como ven, llegamos siempre a las mismas conclusiones, solo que cada vez con más convicción.

En este año académico que hoy comienza, de julio de 2006 a julio de 2007, la Fundación cumplirá dieciocho años. Y esta simbólica mayoría de edad se percibe en la consolidación de muchas iniciativas que ya han dado fruto, y que pasan a una fase de madurez.

Hablo de la Cátedra Carlos V, creada en 1990, y que acaba de renovar hasta el 2011, reforzándola, su vinculación con la Universidad de Amberes; de la relación con la Asociación Internacional de Hispanistas, iniciada en 1991, que ha pasado a una fase de cooperación aún más estrecha con la reciente potenciación de su Centro de enlace en este Convento de la Merced; y hablo también de la Cátedra Atapuerca, dirigida por los doctores Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell, nacida en 1999 en este mismo edificio ante Sus Majestades los Reyes, que en estos dos últimos meses acaba de producir sus tres primeras tesis doctorales; y del Instituto del Paisaje, dirigido por el doctor Don Eduardo Martínez de Pisón, que después de unos años de crecimiento ha pasado ya a la acción sobre el terreno.

Y también me refiero a la Cooperación con la República de Georgia, que tras varios años de colaboraciones puntuales se ha transformado en un conjunto de proyectos científicos y formativos de largo alcance. Y hablo de la recuperación del Palacio de los Águila en Ciudad Rodrigo, iniciada en 1999, completada hoy con las acciones que el Ministerio de Cultura suma a las que en los últimos cuatro años viene desarrollando desde allí nuestra Cátedra Conde de Barcelona, creada en 1994 también ante Sus Majestades los Reyes, para potenciar las relaciones de portugueses y españoles en memoria de nuestro Padre, Don Juan de Borbón; y del Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, creado en el 2000, y que en el 2006, después de publicar once títulos, ha alcanzado la madurez necesaria para iniciar su propia andadura. Y hablo también de nuestra Oficina de Desarrollo Local, fruto del trabajo que la doctora Doña Mercedes Molina desarrolla desde 1991 con la Fundación, y que en este curso comienza una nueva etapa de servicio estable a buen número de Grupos de Acción Local de toda Castilla y León.

Y, desde luego, está el caso de la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de la Universidad de Valladolid, que en 1998 se ubicó aquí en nuestra sede, respondiendo a una aspiración largamente sentida por la sociedad soriana, y que también alcanzará su madurez al trasladarse en septiembre próximo al Campus Universitario de Soria. La excepcional relación entre nuestra Fundación y la Universidad de Valladolid, a cuyo nuevo Rector, el doctor Don Evaristo Abril, aprovecho para desear los mayores éxitos, ha quedado confirmada por todos estos años de simbiosis ejemplar, que confiamos que tengan continuidad.

Hemos oído antes algunos datos no sólo del curso que termina sino también de estos pasados diecisiete años, expuestos por el Presidente de nuestro Patronato, el doctor Don Rafael Benjumea, Conde de Guadalhorce, a quien felicitamos por su buen hacer, que es una de las claves del éxito de la Fundación. Y de los datos que nos ha dado subrayo uno: el de las ochenta y tres publicaciones nacidas de la Fundación, que es un indicador muy relevante. Porque los libros son lo que permite transmitir el conocimiento a otros, y por tanto son un factor esencial para multiplicar el alcance de nuestra actividad y para dejar constancia de ella. Como también son un eficacísimo factor de multiplicación del eco de nuestras actividades los medios de comunicación, a cuyos profesionales expresamos por ello la mayor gratitud.

No podemos dejar de recordar, como todos los años, que lo que hace la Fundación no se hace solo: es el resultado de coordinar el esfuerzo de muchas personas, y de orientar en la dirección adecuada la excelencia académica, la capacidad organizativa y los recursos materiales. Tenemos la suerte de contar con un eficacísimo equipo de gestión, dedicado con entusiasmo a despejar problemas en cualquier parte del mundo, desde nuestra sede en Soria, para que puedan concentrarse en sus labores científicas los profesores, investigadores y expertos que participan en nuestros programas, que es a quienes corresponde el mérito del prestigio académico ganado por la Fundación, especialmente con los seminarios. Y todo ello bajo la guía inteligente de un Patronato formado por personas excepcionales, y con la admirable y constante dirección de su Comisión de actividades, asesorada por un Consejo integrado por los mejores especialistas. A todos ellos, de todo corazón, nuestra mayor gratitud.

También, como es obvio, hacer cosas requiere contar con recursos económicos, y a la Fundación le llegan por tres vías: las subvenciones, que dan la medida de la confianza que las administraciones públicas depositan en la Fundación; las aportaciones de quienes nos prestan su tiempo o sus bienes sin coste o a coste inferior al normal, que dan la medida del respaldo social; y las aportaciones de fondos, entre las que cabe citar por su generosidad a Don Germán Sánchez Ruipérez, o a Don Alfonso Escámez, Marqués de Águilas, del que la Fundación acaba de recibir una generosa donación personal; pero sobre todo, a Caja Duero, que es sin duda el mayor patrocinador de la Fundación, a la que viene prestando su apoyo estable desde el principio. Dichas aportaciones de fondos dan la medida no sólo del respaldo social, sino también de la confianza en la buena gestión. A todos los que confían en la Fundación dándonos su apoyo les expresamos también nuestro más profundo agradecimiento; y muy especialmente a Caja Duero, en la persona de su Presidente, el doctor Don Julio Fermoso.

No quiero terminar sin referirme al fuero de Soria. No sólo porque, recogiendo la sugerencia de la señora Alcaldesa, la Fundación ha convocado para conmemorar sus casi ocho siglos el Seminario de Historia de España titulado “Los fueros municipales: el fuero de Soria”, que se reunirá aquí este mismo mes bajo la dirección del doctor Don José Antonio Escudero. Sino porque su recuerdo nos permite evocar una Soria en la que convivían armónicamente culturas muy distintas, y en la que maduraba esa lengua castellana que al trascender los límites de Castilla se acabó convirtiendo en español, y que es hoy la gran lengua común de ese mundo hispano al que nos enorgullece pertenecer.

Y ahora, después de haber disfrutado del arte del escultor Don Martín Chirino en el Palacio de la Audiencia, tendremos el privilegio de escuchar al doctor Don Rafael Moneo explicándonos la ampliación del Museo del Prado. Con su intervención, que cerrará la sesión, queda clausurado el curso 2005-2006 e inaugurado el curso 2006-2007.