Soria, 4 de julio de 2001

Es una gran satisfacción inaugurar este décimo año académico de nuestra Fundación. Es el décimo, ya que aunque nace en 1989 (hace doce años), en 1990 y en 1991 estuvimos aprendiendo: fueron años de gestación, y en ellos pusimos en marcha nuestras primeras actividades, y sentamos las bases de nuestra forma de actuar, de nuestra actual trayectoria.

Es en 1992 cuando nuestra Fundación inicia una programación anual estable, que desde entonces se ha repetido, con ampliaciones, año tras año. Y fue también en 1992 cuando empezamos esta tradición (porque realmente ya lo es aquí, en Soria, al terminar las fiestas de San Juan) de presentar en un acto solemne nuestro programa académico anual, y hacer balance del año precedente.

Del año pasado ha hecho un breve resumen el Presidente de nuestro Patronato, y da cumplida cuenta nuestra última memoria, recién publicada, que la Fundación, y el Duque de Soria y yo como Presidentes de Honor, presentamos a la sociedad con legítimo orgullo.

Pero nadie crea que la acción de nuestra Fundación es fácil, sólo porque ya tiene años a sus espaldas. En absoluto: detrás de lo que hoy se presenta ante ustedes, tanto del año que se cierra como del que empieza, hay mucho, mucho trabajo. Mucha tenacidad, mucho espíritu de equipo, mucha claridad de ideas, y sobre todo, una profunda convicción de lo muchísimo que se puede hacer por el conjunto de la sociedad, por nuestro bienestar colectivo, por medio del fomento de la cultura. Es decir, por medio del cultivo del conocimiento y de la investigación, en todas sus áreas.

Esa convicción es -quiero subrayarlo- el motor primero de esta Fundación. Y año tras año nos congratula comprobar que es una convicción contagiosa: cada vez son más los que colaboran con la Fundación y se agrupan en torno a esta misma idea, para extenderla luego, lenta pero constantemente. El apoyo personal y el reconocimiento académico son cada vez mayores, y nos obligan a seguir aceptando compromisos también cada vez mayores.

Hemos entrado en el tercer milenio desde esta Sede nuestra, que es centro de actividad constante, y demostración evidente de que desde Soria pueden desarrollarse iniciativas culturales de primer orden, exportables al resto de España y a todo el mundo. Las nuevas comunicaciones están haciendo de la geografía un factor cada vez menos determinante, especialmente para el mundo de la ciencia y de la cultura en general. Como ejemplo, vale la pena citar las Aulas Virtuales de Español, con las que la Fundación hace posible que el Instituto Cervantes esté presente en Universidades del Este de Europa que de otro modo no sería posible atender.

La Fundación aborda el nuevo año académico con el programa que les ha presentado el Presidente de nuestro Patronato (36 seminarios, cursos y ciclos de conferencias, una exposición, un concierto; varias cátedras, institutos, y centros permanentes; ediciones, servicios de guías universitarios, rehabilitaciones, catalogaciones, etc). Pero además, el Duque de Soria y yo somos testigos cualificados de que todas estas actividades se acometen, cada vez, con más profundidad y rigor.

La Fundación se está abriendo además a Iberoamérica, como en general al mundo de habla española, y ello con vocación clara de crecimiento y continuidad. Al mismo tiempo sigue estrechando lazos con Portugal, desde la Cátedra Conde de Barcelona, que contará para el año próximo con el Palacio de los Águila, en Ciudad Rodrigo, que estamos rehabilitando.

Y en Bélgica y en Holanda, la Fundación se ha convertido -a través de la Cátedra Carlos V- en un referente ya tradicional para los hispanistas de esos países.

Del mismo modo que, para el hispanismo mundial, nuestra Fundación es ya una institución de referencia. No sólo porque la única oficina de la Asociación Internacional de Hispanistas está aquí en nuestra Sede. O porque desde aquí se edita y distribuye el Boletín de esa Asociación, elemento básico de cohesión para los dos millares de hispanistas que lo reciben en los cinco continentes. Sino porque la Fundación cumple una función de apoyo cada vez mayor a los Congresos Internacionales que cada tres años reúnen a esos mismos hispanistas.

Después del Congreso que en 1998 celebró en Soria parte de sus sesiones, dentro de unos días inauguraremos en Nueva York el décimo-cuarto Congreso Internacional de la Asociación de Hispanistas; y tres días antes, allí mismo, un Encuentro de la Fundación en el que se debatirán las tendencias del hispanismo, y cuyas conclusiones se presentarán al Pleno del Congreso de Hispanistas.

No hace falta decir que, como símbolo pero también como realidad, resulta altamente significativa la presencia de nuestra Fundación en la capital económica de la primera potencia del mundo, que es también -con cerca de treinta millones de hispanos- el cuarto país hispanohablante del planeta.

El nombre de Soria, que mi esposo y yo compartimos con esta ciudad y con esta tierra, estará presente en Nueva York con nuestra Fundación, demostrando que la cultura no conoce fronteras, y que la cultura en español es un activo cada vez más valorado.

Preparamos mientras tanto las aportaciones para el 2002 a la capitalidad cultural de Salamanca, en el occidente de este eje cultural castellano-leonés que tiene en Soria su extremo oriental. Con esa ocasión, la Fundación abre una nueva línea de estudio en su seno, esta vez sobre la cultura sefardí, que representa la defensa de nuestra lengua en las condiciones más adversas que cabe imaginar.

La Fundación ha delimitado cinco grandes líneas estables de actuación, como acaba de explicar nuestro Presidente. Se subrayan así los objetivos fundacionales: el apoyo a la Lengua, a la Historia, al Hispanismo, a las Ciencias y al Desarrollo Local.

Termino ya, no sin reiterar, una vez más, el profundo agradecimiento del Duque de Soria y mío por la labor del Patronato que preside don Rafael Benjumea; por el apoyo inapreciable de cuantos forman las comisiones de trabajo y el recién creado Consejo de la Fundación; por el esfuerzo constante y entusiasta de todo el equipo de gestión, que bajo la dirección del Presidente coordina don José María Rodríguez-Ponga; por la colaboración de un elenco cada vez mayor de profesores, académicos, investigadores y estudiosos de España y de fuera de España; por el eco que prestan a nuestras actividades los medios de comunicación, especialmente en Castilla y León; y por el cariño con que se acogen en esta tierra las cosas de la Fundación, cariño con el que el Duque de Soria y yo nos sentimos íntimamente confortados y gratificados.

Antes de acabar, quiero expresar mi gratitud y la del Duque de Soria a las instituciones que nos prestan, en mayor o menor medida, su mecenazgo: Me refiero a esa necesaria aportación de recursos materiales, sin la que buena parte de los logros de la Fundación no habrían podido alcanzarse. Es el caso de la Excelentísima Diputación Provincial de Soria, que nos cedió este Convento de la Merced, y contribuyó, con el Ayuntamiento de Soria, a su acondicionamiento, junto con la Junta de Castilla y León y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que aportaron la mayor parte de los fondos precisos. O el caso de la Universidad de Valladolid, que contribuye a dar vida, cada día, a esta Sede nuestra. O, por citar sólo un ejemplo más, el de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, con la que hemos establecido lazos de colaboración, inicialmente para nuestro Instituto de Historia del Libro y de la Lectura.

Y es, por supuesto, el caso de Caja Duero, que un año más sigue siendo nuestro mayor y fundamental soporte financiero, que mantiene inalterable desde hace ya un buen número de años. Como mantiene inalterable su ejemplar actitud de respeto a la independencia intelectual de la Fundación. La referencia a su Presidente, don Sebastián Battaner, es el mínimo reconocimiento que mi esposo y yo podemos hacer, personalmente y como portavoces de toda la Fundación, a quien cataliza en su persona la sensibilidad de la institución que tan eficazmente preside.

Una última reflexión: Después de doce años de existencia, de diez años de actividad académica seria, creciente y reconocida; después de haberse consolidado como una institución de referencia en el mundo de la cultura y de la investigación, de haber probado su capacidad de hacer bien las cosas, de haber exportado con prestigio el nombre de Soria y su condición de primera Fundación inscrita en Castilla y León, parece llegado el momento de intentar consolidar estos logros con el apoyo de todos, para asegurar el futuro de las iniciativas en curso. Y la sociedad dispone de mecanismos para respaldar y potenciar con sus recursos colectivos las iniciativas que alcanzan el reconocimiento social en la búsqueda del interés general.

Todos soñamos en asegurar a nuestros hijos un futuro mejor y más justo, pero no basta con soñar: debemos comprometernos con nuestro sueño. Desde la Fundación creemos que cultivar el conocimiento es una de las vías más claras para lograr ese futuro mejor. Por eso, mi esposo y yo esperamos que nuestra Fundación haya merecido y siga mereciendo la confianza de quienes representan al conjunto de la sociedad, para poder seguir trabajando como hasta ahora por el futuro colectivo, por el bienestar de los que nos seguirán.