S.A.R. la Infanta Doña Margarita durante su intervención en la inauguración del curso 1997-1998

Soria, 2 de julio de 1997

Esa tenacidad continuada de nuestra Fundación en colaborar a hacer de Soria un centro de irradiación de iniciativas culturales, en contribuir a atender necesidades culturales de nuestra sociedad, y en apoyar y fomentar el hispanismo, colaborando en todo ello con la Universidad, resulta sin duda personalmente gratificante para todos.

Pero para el Duque de Soria y para mí nuestra aportación al esfuerzo de esta Fundación es algo más. Porque para nosotros la Fundación es una manera de corresponder a la ciudad cuyo nombre nos honramos en compartir, con un sentimiento que tiene tanto de honor como de obligación y de responsabilidad. Y el hecho de que la labor que nuestra Fundación desarrolla, en Soria y fuera de Soria, e incluso fuera de España, redunde en el prestigio cultural de Soria, cumple ese íntimo objetivo personal que nos propusimos con su creación.

Pero no se piense que la Fundación se limita a cumplir esa función tan subjetiva. Al contrario: nuestra Fundación se basa ante todo en el deseo de servir a los intereses generales de la sociedad, ya que, como he dicho otras veces, la cultura no es sólo un factor enriquecedor de la personalidad, sino un elemento de cohesión social absolutamente fundamental. Por eso nuestra Fundación quiere contribuir a aumentar el nivel cultural en la sociedad, incrementando la conciencia general del valor de la cultura. Para lograrlo deben sumarse muchos esfuerzos como éste, y para ello es importante que se profundice, con prudencia pero con convicción, en la vía de incentivar y canalizar el mecenazgo privado hacia iniciativas que redunden en el interés general de toda la sociedad en su conjunto. Y al pensar en ese interés general conviene subrayar, una vez más, que sin duda la aportación más relevante de los pueblos de habla hispana a la historia de la humanidad reside en su cultura, y en la bella y vigorosa lengua que la sustenta.

Este acto en el que participamos es en cierta medida no sólo inauguración de un nuevo curso, sino clausura del que termina. Porque, como Vds. ya saben, el curso de nuestra Fundación es de año completo, y no sólo de verano, aunque empiece cuando termina el de la Universidad, para subrayar, precisamente, nuestra permanente vocación de complementariedad. Y es este carácter de clausura del curso anterior el que me impulsaría a hablar largo y tendido de lo realizado desde el año pasado. Sólo por no abusar de su paciencia resisto la tentación de hacerlo, y les remito a la extensa memoria publicada, de cuyo contenido el Duque de Soria y yo no podemos sino sentirnos muy satisfechos. No obstante, haré tres menciones muy breves: Se celebró en la Universidad de Lisboa, con gran éxito, el primer Encuentro Luso Español de la Cátedra que lleva el nombre de mi Padre, en el que participaron doscientos arquitectos portugueses y españoles dirigidos por Álvaro Siza y Rafael Moneo; el siguiente Encuentro será en la Universidad de Salamanca, en enero próximo. También concluyeron las obras de nuestra Sede, en este mismo Convento de la Merced, cesión generosa de la Diputación Provincial. Esta Sede va a empezar a tener vida todo el año en colaboración con la Universidad de Valladolid, la Asociación Internacional de Hispanistas y otras instituciones. Y un último comentario: la reciente puesta en marcha de importantes iniciativas relacionadas con el primer centenario de 1898 confirma el acierto de nuestra Fundación de dedicar monográficamente diez de sus seminarios, desde 1995, al estudio del 98 y de su entorno.

Y respecto al curso que empieza, del que ya les ha hablado el Presidente de nuestra Fundación, sólo me referiré al ciclo de respaldo a las Edades del Hombre en El Burgo de Osma, equivalente al que hizo la Fundación en la Universidad de Amberes cuando la anterior edición de esa exposición se celebró en dicha ciudad. En este punto quiero dedicar un recuerdo especial a la memoria del Padre Velicia, impulsor de las Edades del Hombre, recientemente fallecido. También quiero destacar la importancia de que la Sede de nuestra Fundación vaya a servir desde el próximo otoño para cursar la diplomatura de Estudios Empresariales, recién implantada en Soria, hasta que cuente con espacio propio en el Campus soriano. Será un nuevo objetivo de nuestra Fundación complementar esos estudios de modo que la Escuela de Empresariales de Soria llegue a ser reconocida por su prestigio.

Termino ya. Es mucha la gratitud que debemos, y a muchos. Empezaré expresándola, por su constante apoyo, a la Junta de Castilla y León, al Ministerio de Educación y Cultura, y al Ayuntamiento de Soria, y reiterándola a la Diputación Provincial: esa ayuda institucional completa la importantísima labor de patrocinio de nuestras actividades desarrollada por Caja Salamanca y Soria. Pero hay que extender también nuestra gratitud a otras instituciones amigas, como la Fundación BBV, la Fundación Juan March, la Casa de América, la Residencia de Estudiantes, la Fundación Xavier de Salas, el Grupo Endesa, o las Universidades de Valladolid, Salamanca, Pontificia de Salamanca, Lisboa, Amberes, Lovaina, Libre de Bruselas y Autónoma de Madrid. Y desde luego a nuestro Patronato, del que forman parte activísima personalidades tan ilustres como nuestro conferenciante de hoy, y a cuantas personas impulsan y sostienen la Fundación con su trabajo y entusiasmo.

Y por fin, nuestro agradecimiento a los profesores que intervienen en las actividades de la Fundación, factor básico de nuestro programa; a los hispanistas por su dedicación a lo español; a los medios de comunicación, por la difusión que dan a nuestras actividades, muy especialmente en Castilla y León; y a la ciudad de Soria y a sus habitantes, por la hospitalidad con que cada año acogen el núcleo central de nuestros Seminarios.

Y a todos cuantos van a participar en las actividades de nuestro Curso 97, deseando que su participación les resulte formativamente provechosa, también gracias, por su confianza.