La Infanta Doña Margarita durante su intervención junto a los Príncipes de Asturias y su esposo el Duque de Soria

Soria, 3 de julio de 2009

Cuando en julio de 1999 inauguramos nuestro décimo año académico, estaban con nosotros muchos de los que hoy están aquí. Y quizás algunos recuerden que, refiriéndome a los primeros diez años de vida de la Fundación, destaqué la satisfacción que al Duque de Soria y a mí nos producía haber contribuido a reforzar el nombre de Soria y su prestigio cultural, y estar participando en la nueva vitalidad de esta hermosa tierra. Y ahora, después de oír al Presidente de nuestro Patronato, nos congratula confirmar la seguridad que entonces expresamos de que hoy, una década después, ya en nuestro vigésimo aniversario, podríamos constatar juntos, nosotros y ustedes -sorianos, miembros de la Fundación, instituciones y entidades que nos apoyan- los resultados de una labor hecha con seriedad y continuidad, día tras día, año tras año.

Aunque pueda parecer impropio que lo digamos nosotros, lo cierto es que mi esposo y yo, desde la posición de observadores privilegiados que nos da la Presidencia de Honor, podemos constatar que la trayectoria de estos años, ahora que iniciamos nuestra tercera década con tanta ilusión como el primer día, confirma que la Fundación ha seguido, sin desviarse, las líneas que se trazó al nacer: el apoyo al hispanismo, la complementariedad con la Universidad, y la promoción de las áreas menos atendidas de la cultura, con especial atención a las que se expresan en español, y desde la noción de que el concepto de cultura abarca todas las ciencias.

Todo ello, siempre, con Soria como centro de gravedad, y con el prestigio cultural de Soria y de Castilla y León como objetivo. Pero al mismo tiempo, sin fronteras: ni geográficas, ni administrativas, ni ideológicas. Desde la firme convicción de que el saber es el más importante patrimonio común de la Humanidad, y por eso no tiene dueños y debe ser puesto al alcance de todos.

En 1994, en nuestro quinto aniversario, Sus Majestades los Reyes presidieron en Salamanca una sesión de nuestro Patronato, y cuando entonces Su Majestad el Rey definió a la Fundación como una suma de “voluntades agrupadas en torno a una idea”, estaba subrayando que, efectivamente, el núcleo de la Fundación son las personas, las ideas. Y en 1999, cuando la Fundación cumplía diez años, Sus Majestades nos honraron de nuevo inaugurando nuestra Sede, este Convento de la Merced, fruto de la generosa cesión de la Excelentísima Diputación Provincial de Soria.

Y dije entonces, como reitero ahora ante Vuestras Altezas, que nuestra sociedad necesita de las Fundaciones para su desarrollo cultural, por su más directa imbricación en el tejido social, por su agilidad y por su búsqueda del interés general desde la iniciativa privada. Pero que las Fundaciones necesitan del mecenazgo para poder desarrollar su labor; y que los mecenas, incluso los institucionales, necesitan de la independencia para poder ejercer adecuadamente su función. Deseábamos entonces, como ahora, que pudiera mantenerse esta cadena de elementos positivos, basada en la libertad.

El año pasado por estas fechas, señalé que el elemento común presente en todas y cada una de las actividades de nuestro amplio elenco de iniciativas, lo que permite a las personas desarrollar de modo fructífero sus ideas, es la libertad de expresión, el aceptar como normal que cada uno pueda pensar diferente, y el entender que del encuentro de ideas libres y dispares nace el auténtico progreso.

La Fundación ha podido, gracias al mecenazgo privado y al apoyo público, ejercer su actividad con libertad, y compartir con todos esa libertad. Por ello queremos expresar nuestro agradecimiento: a la Junta de Castilla y León por haber reforzado su apoyo permanente a la Fundación al encomendarle la gestión de un programa tan importante como Soria Románica; a la Universidad de Valladolid por su estrecha colaboración con nuestra Sede; y también a las Universidades de Salamanca y Pontificia de Salamanca, así como al conjunto de personas e instituciones que con su colaboración hacen posibles nuestros logros. Y además queremos referirnos de manera especial a la generosidad y libertad con que el patrocinio de Caja Duero nos ha permitido desarrollar nuestro programa con total independencia.

Gracias muy sentidas a Sir John Elliott, no sólo por la magnífica lección que a buen seguro nos va a ofrecer, sino por lo mucho que desde hace veinte años ha aportado a nuestra Fundación. Y gracias, con él, a todos los demás Patronos, a su Presidente el Conde de Guadalhorce, a los que mes tras mes le ayudan a dirigir la Fundación, a los miembros del Consejo que aportan su conocimiento y su saber, y a los del equipo de gestión que materializan el magnífico acervo de ideas que constituye el patrimonio intangible de nuestra Fundación.

Y gracias finalmente a Vuestras Altezas, que tan dignamente representáis con Vuestro buen hacer diario la mejor esperanza de futuro, por habernos honrado celebrando hoy en Soria nuestro vigésimo aniversario, en esta inauguración del año académico con el que iniciamos nuestra tercera década de vida.

La Fundación, en estos veinte años, al mantenerse coherente con sus planteamientos iniciales, se ha ido haciendo más sólida, y eso nos ha permitido a mi esposo y a mí responder al honor de llevar en nuestro título el nombre de Soria que tanto valoramos. Y, hoy como cuando nació, la institución cultural que lleva nuestro nombre mira siempre al futuro, y siempre lo hace con confianza. Porque dentro de nuestro corazón sabemos que si entre todos lo abordamos unidos, no habrá retos ni dificultades que no podamos superar. Con fe en nuestras propias fuerzas, con tenacidad y con esfuerzo, lograremos lo que nos proponemos. Les emplazo a comprobarlo, y a hacer balance de ello, juntos, dentro de otros diez años.