S.A.R. la Infanta Doña Margarita junto a su esposo el Duque de Soria, el Rector de la Universidad de Salamanca, Enrique Battaner y el resto de miembros de la mesa

Salamanca, 7 de octubre de 2004

Después de oír la excelente e instructiva lección magistral de la doctora Doña Carmen Codoñer, no puedo sino felicitarme por poder alentar desde esta Presidencia una iniciativa tan digna de elogio como el Colloquium Tullianum, que por primera vez se celebra en España.

El latín, la lengua en la que Cicerón fue maestro preclaro, es no sólo la lengua madre del español, sino la raíz común de algunas de las lenguas que más se hablan en el mundo, y desde luego de una parte sustancial de las que se hablan en esta Europa nuestra que en muchos aspectos parece que trata de recuperar parcialmente aquel universo romano, articulado en torno al Mediterráneo y unido por el latín y por el Derecho.

Ese derecho romano del que Cicerón es una de las más ilustres figuras y sin duda una de las que más ha trascendido a través de los siglos, está en la base de las normas por las que se rigen nuestras sociedades, y por tanto en la base de nuestros estados de derecho, en España, en Italia y en muchos otros países del mundo.

Pero, lamentablemente, vivimos una época en la que lo urgente predomina sobre lo importante, y el corto plazo sobre el largo plazo. Tal vez estos sean problemas propios de nuestros días, o tal vez en realidad hayan existido siempre y sea nuestra recreación ideal del tiempo pasado lo que nos impide verlo. Y tal vez por eso haya atravesado los siglos, intacta en su actualidad inmutable, la célebre exclamación de Cicerón “O tempora, o mores!”, que posiblemente él a su vez hubiera oído a sus mayores. Será por males propios de nuestra época, o por males propios de todas las épocas, pero lo cierto es que hoy en día somos cada vez menos, por desgracia, los que creemos que estudiar lenguas clásicas, estudiar latín, estudiar derecho romano, no es un divertimento de anticuarios, sino una labor básica para el florecimiento de nuestra cultura actual. Porque no es posible cultivar bien el conocimiento, las ciencias y las letras sin conocer y cuidar sus raíces.

En estos momentos en los que asistimos con preocupación a un creciente empobrecimiento de nuestro lenguaje hablado, desde la Fundación que presido con mi esposo el Duque de Soria, queremos subrayar la importancia que tiene conocer y cultivar el latín para conocer, cultivar y utilizar correctamente el español, esta bellísima lengua de origen latino, ya más americana que europea, con la que nos comunicamos centenares de millones de personas de todo el mundo, y en la que se expresa esa riquísima cultura a la que también sirve nuestra Fundación desde Soria y desde Salamanca.

Por eso, señores congresistas, señores miembros del Centro di Studi Ciceronianni, señores miembros de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, permítanme desde aquí felicitarles por la encomiable labor que llevan a cabo, con esa constancia, tenacidad y sacrificio que exige el ir contra las corrientes dominantes, y que conocemos muy bien en nuestra Fundación. Nuestra más cordial enhorabuena, pues, por su dedicación a unos estudios que todos necesitamos que sigan siendo cultivados. Todos, incluso aquellos que no los conocen o no los valoran. Tienen ustedes, permítanme asegurárselo, todo nuestro aliento y nuestro afecto. De todo corazón.

Termino ya, felicitando también a la Universidad de Salamanca por acoger esta importantísima iniciativa, en su mejor tradición como cuna y vivero del humanismo europeo e hispanoamericano desde hace muchos siglos. Y felicito a los organizadores del Colloquium por su acierto al haberlo traído a la dorada ciudad de Salamanca, orgullo cultural de Castilla y León y corazón universitario de esta vieja tierra donde el latín se hizo castellano, y desde donde el castellano, al hacerse universal, se hizo español.