Salamanca, 22 de noviembre de 1993

Es un lugar común afirmar que una de las bases sólidas de la cultura y más aún de la identidad de un pueblo la constituye su lengua. Y no por usado deja de ser menos cierto. La lengua española es uno de los elementos básicos de la integración, de la comunión, de los pueblos hispánicos; y las variantes geográficas, sus diversas hablas y dialectos, acrecientan más si cabe su riqueza. Por ello la Fundación Duques de Soria ha acogido y fomentado siempre con verdadera pasión todas las iniciativas que le han sido posibles encaminadas a su promoción, enseñanza y divulgación.

Dentro de ellas se encuentra la celebración de este III Congreso Internacional de Historia de la Lengua española, que en su día decidió apoyar nuestra Fundación y que durante estos tres últimos años hemos alentado en estrecha colaboración con la Asociación de Historia de la Lengua Española, gracias a la generosidad y sensibilidad cultural de Caja Salamanca y Soria.

Si el primer Congreso se celebró en Cáceres por la entusiasta iniciativa de un grupo de profesores de su Universidad, y si en el segundo fue Sevilla –que empezaba a conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América– la ciudad de acogida, la elección de Salamanca como sede del III Congreso era casi obligada, pues no en vano es la ciudad donde enseñaron Nebrija, Fray Luis, Torres de Villarroel, Unamuno y un largo etcétera que está en la mente de todos; en Salamanca publicó Nebrija la primera gramática castellana y sus diccionarios; en Salamanca editan Correas y el Brocense…, la lista sería interminable. Y es que la Universidad de Salamanca “alma mater” de las Españas acumula un prestigio de siglos, que afortunadamente conserva y que hace innecesaria mayor justificación.

Durante una semana van ustedes a estar reunidos en esta espléndida ciudad, en apretadas jornadas, dando a conocer sus investigaciones y enriqueciendo a toda la sociedad, porque la ciencia no es un mundo cerrado en si mismo, sino una necesidad de toda comunidad humana para su progreso. Y, en este sentido, cuanto más conozcamos de nuestro pasado, de la historia de nuestra lengua y de sus variedades, más conoceremos de nosotros mismos, de nuestra historia, de la lengua que nos sirve de vínculo comunicativo, de molde de expresión del pensamiento, de símbolo de unión de una comunidad, de una cultura, de la que podemos y debemos estar orgullosos.

Las cerca de doscientas comunicaciones presentadas son garantía del trabajo e interés que la filología histórica sigue despertando en nuestro País y fuera de él, con la presencia de importantes profesores de cuatro continentes, con el apoyo de jóvenes investigadores y estudiantes que son la esperanza del mañana y que en estos días tienen la feliz oportunidad de convivir con profesores de otras universidades.

Con el deseo de que todos ustedes disfruten también de las maravillas de esta ciudad encantadora, queda inaugurado el III Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española.