La Alcaldesa de Soria entrega a los Duques de Soria la distinción de Hijos Adoptivos de la ciudad

Soria, 27 de mayo de 2002

Recuerdo nítidamente la primera visita que el Duque de Soria y yo hicimos a esta Casa Consistorial, hace ahora más de veinte años, recién concedido por Su Majestad El Rey, mi hermano, el título de Duques de Soria. En esa ocasión mi esposo y yo expresábamos nuestra emoción por el cariño recibido aquí y por haber descubierto la sinceridad, la bondad, y la hospitalidad de Soria y de los sorianos. Esa emoción, que se ha mantenido viva en nosotros a través de los años, nos ha hecho llevar siempre como propio el nombre de Soria, al que vinculamos muchos de nuestros mejores recuerdos.

Hoy estamos aquí para recibir del pueblo de la muy noble y muy leal ciudad de Soria, representado por su corporación municipal, un nuevo título, el de hijos adoptivos de Soria, que es el mejor complemento del que llevamos por concesión de Su Majestad el Rey. Este nuevo honor que hoy se nos otorga nos llena de gratitud y de orgullo, porque aunque tanto mi esposo como yo nos consideramos ya sorianos de espíritu desde hace muchos años, a partir de ahora lo somos de pleno derecho, y eso es algo que, para quienes nos sentimos tan unidos a Soria, no puede agradecerse con palabras.

Por eso lo agradecemos con el corazón, como hemos hecho hasta ahora para corresponder al honor de llevar el nombre de Soria. Para subrayar nuestra cada vez más estrecha unión con esta ciudad y con esta tierra, reafirmamos hoy, ante ustedes y ante el pueblo de Soria, nuestro firme compromiso personal de seguir contribuyendo, con todas nuestras fuerzas, a afianzar el desarrollo de Soria sobre la sólida base de su desarrollo como foco de cultura.

Mi esposo y yo entendimos siempre que ser Duques de Soria es no sólo un honor, sino además, y ante todo, una responsabilidad. Impulsados por ese sentimiento, nos propusimos traducirlo en hechos y por ello promovimos nuestra Fundación, para dotar al título que llevamos de un contenido activo adaptado a los tiempos actuales y a nuestra sensibilidad personal, y para subrayar la función social que en nuestra opinión tiene toda dignidad o condecoración, incluyendo los títulos nobiliarios. Nuestro planteamiento pasaba por vincular el título a la ciudad y a la tierra cuyo nombre compartimos y a la que nos sentimos –hoy más que nunca- unidos con toda el alma.

Por eso quisimos contribuir a hacer de Soria un foco de irradiación cultural, y constituimos la Fundación Duques de Soria el 1 de marzo de 1989, con sede en esta hermosa ciudad, en el antiguo Convento de la Merced que tan generosamente nos cedió la Excelentísima Diputación Provincial. Y tuvimos el privilegio, por azares del destino, de estrenar el Registro de Fundaciones Culturales de Castilla y León, en el que quedó inscrita la fundación con el número 1.

Para subrayar nuestro absoluto respeto a la independencia de pensamiento que consideramos imprescindible en toda acción cultural, nos retiramos desde el principio a la Presidencia de Honor de la Fundación, desde la que hacemos un permanente seguimiento de toda la actividad de la Fundación, apoyamos sin reservas la labor de nuestro Patronato, y participamos en cuantas ocasiones lo requiere la institución. El Patronato de la Fundación, formado por personalidades e instituciones del mundo de la cultura y de la empresa, lo preside desde el primer momento, en estrecha sintonía con el Duque de Soria y conmigo, el Excmo. Sr. D. Rafael Benjumea Cabeza de Vaca, Conde de Guadalhorce.

Al Duque de Soria y a mí nos produce tanta satisfacción contribuir, personalmente y desde la Fundación Duques de Soria, a que las artes, las letras, las ciencias -la Cultura, en suma- se estudien, se desarrollen, se difundan, ya sea desde Soria o mediante iniciativas que lleven la marca de prestigio de Soria, que nos cuesta trabajo asumir que eso es, además de nuestro deseo, nuestro deber. Tenemos la convicción profunda de que ese es el camino más seguro no sólo para ensanchar los horizontes de Soria, sino en general para mejorar la condición humana, en todos los aspectos, sin excepción. Lamentablemente, la sociedad sólo dedica al fomento de la cultura una pequeñísima fracción de sus esfuerzos, de su atención, de sus recursos. Y nosotros y nuestra fundación sólo podemos hacer, con los recursos de que disponemos, una pequeñísima parte de lo que nos gustaría.

Mi esposo y yo creemos que todos tenemos una deuda con esa cultura que a través de los siglos ha configurado el entorno del que disfrutamos, y que todos debemos sentirnos obligados a conservarla, a enriquecerla y a transmitirla. Pero lo que el Duque de Soria y yo, y nuestra fundación, hacemos en pro de la cultura (que siempre nos parece poco comparado con lo que queda por hacer) no lo hacemos solamente -ni mucho menos- por sentido del deber. Lo hacemos porque nos sentimos a gusto haciéndolo, por el placer de saber que estamos aportando nuestro granito de arena a mejorar la cultura, que -así lo creemos- es tanto como ayudar a construir un mundo mejor.

La Fundación que lleva nuestro nombre fue concebida pues como una manera de corresponder a la ciudad y a la tierra cuyo nombre nos honramos en compartir, plenamente convencidos de que por sus características especialísimas, por la belleza de sus paisajes, por su excepcional nivel cultural y por lo acogedor de sus gentes, Soria podía ser -como así lo está demostrando- un foco de cultura con la fuerza y el prestigio necesarios para exportar desde aquí, con Soria como marca de prestigio, iniciativas culturales de primer orden. Y en ese ambicioso proyecto tuvimos la suerte de contar con el excepcional patrimonio constituido por el generoso apoyo de los miembros de nuestro Patronato, y con el soporte material de los patrocinadores que hacen posibles nuestras actividades. A la cabeza de estos -no me cansaré de repetirlo- destaca por derecho propio Caja Duero, no sólo por la importancia y constancia de su apoyo, sino por su escrupuloso respeto a esa independencia intelectual que es una de las claves del éxito de nuestra fundación.

Ahora, si me lo permiten, voy a pedir a mi esposo que nos haga un repaso de la trayectoria de nuestra fundación, que es también la fundación de todos los sorianos, para que al recordar la ingente y silenciosa labor desarrollada durante los últimos trece años por el Patronato, el Consejo y los equipos de trabajo de la fundación, puedan ustedes compartir con nosotros el orgullo y la satisfacción de haber contribuido, en mayor o menor medida, de una u otra forma, a hacerla posible.