Mesa presidencial con los Duques de Soria, el Alcalde de Madrid, el Presidente de la FDS y la Ministra de Educación, Cultura y Deporte de pie

Madrid, 22 de septiembre de 2003

La concesión de la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, por partida doble, a mi esposo y a mí, es un alto honor que nos llena de una satisfacción sólo comparable a esa otra satisfacción por el deber cumplido, que los dos sentimos por haber contribuido a una labor que se ha considerado merecedora de esta distinción. Agradecemos este honor de todo corazón, y reafirmamos nuestro compromiso personal de seguir contribuyendo, en la medida de nuestras fuerzas, al desarrollo de esa cultura universal que se expresa en español, y de la cultura en general.

Al Duque de Soria y a mí nos produce tanta satisfacción contribuir a que las artes, las letras, las ciencias -la Cultura, en suma- se estudien, se desarrollen y se difundan, que nos cuesta trabajo asumir que eso sea, además de nuestro deseo, nuestro deber. Y aún más trabajo nos cuesta asumir que hacer lo que queremos y debemos sea un mérito. Tenemos la convicción profunda de que trabajar por la cultura es el camino más seguro para mejorar la condición humana en todos los aspectos, sin excepción. La cultura no se limita a las letras y a las artes, sino que abarca todo el conocimiento, toda la ciencia. Y cultivarla nos permite desarrollar la capacidad de hacernos preguntas y de buscar respuestas, que es justamente lo que nos distingue a los humanos de los demás seres vivos. Pero, lamentablemente, la sociedad sólo dedica al fomento de la cultura una mínima fracción de sus esfuerzos, de su atención, de sus recursos. Y nosotros sólo podemos hacer, con los medios de que disponemos, una pequeñísima parte de lo que nos gustaría.

Así, mi esposo viene colaborando activamente con la Fundación de Amigos del Museo del Prado desde hace años. Y ambos, convencidos de que ser Duques de Soria es, además de un honor, una responsabilidad, creamos en 1989 nuestra propia Fundación, con sede en Soria, para dotar al título que usamos de un contenido activo adaptado a los tiempos actuales y a nuestra sensibilidad personal, y para subrayar la función social que en nuestra opinión tiene toda dignidad o condecoración, como los títulos nobiliarios o las grandes cruces.

En el ambicioso proyecto que es nuestra Fundación hemos tenido la suerte de contar como excepcional patrimonio con el generoso apoyo de los miembros de nuestro Patronato, y con el soporte material de los patrocinadores que hacen posibles nuestras actividades.

Ahora, si me lo permiten, voy a pedir a mi esposo que en sus palabras haga un breve repaso de la trayectoria de nuestra Fundación, para recordar la ingente y silenciosa labor desarrollada durante los últimos catorce años por el Patronato, el Consejo y los equipos de trabajo de la Fundación, auténticos artífices de muchos de los méritos que tan generosamente se nos reconocen.