París, 9 de julio de 2007

Para el Duque de Soria y para mí, como para nuestra Fundación, es un honor colaborar con este decimosexto Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, de la que a mi esposo y a mí nos enorgullece ser miembros de honor desde hace doce años. Es una gran satisfacción constatar que este es ya el sexto Congreso de la Asociación con el que colabora nuestra Fundación -el primero fue el de Irvine, California, en 1992- y lo es también hacerlo en un marco tan emblemático para la cultura europea y universal como es La Sorbona.

El apoyo al hispanismo, que está en el origen mismo de nuestra Fundación, se materializa desde hace catorce años en la colaboración estable con esta prestigiosa Asociación Internacional, que tiene en su haber nada menos que cuarenta y cinco años de actividad ininterrumpida.

Al dirigirnos a ustedes, sólo nos vienen a la mente palabras de agradecimiento. Porque son mucho mayores los méritos que ustedes reúnen que el reconocimiento público que por ellos reciben.

En primer lugar, quienes pertenecemos al mundo de habla hispana debemos gratitud -siempre lo repetiremos- a aquellos que sin tener el español como lengua materna dedican su actividad al estudio y difusión de nuestra lengua, y de la rica y polifacética cultura que se expresa en ella; y lo hacen precisamente en lugares ajenos a nuestra geografía cultural.

Pero, además -y demasiado poco se recuerda esto- el conjunto de la sociedad debe gratitud también a quienes, sea cual sea su lengua, optan -como ustedes- por dedicar su vida profesional a disciplinas que son económicamente poco rentables comparadas con las que hoy en día están en boga en un mundo en el que tantas veces se confunden los valores con el dinero, y en el que éste se considera con demasiada frecuencia un fin más que un instrumento.

La labor de quienes se interesan por su enriquecimiento científico y personal antes que por su enriquecimiento económico, merece sin duda alguna el agradecimiento de todos. Porque no es en absoluto cierto que su esfuerzo sea menos rentable que el de otros, aunque sí lo es que esa rentabilidad se manifiesta en un plazo tan largo que rara vez quienes la generan se benefician de ella.

Lo cierto es que el bienestar económico se encuentra más en las sociedades más cultas, porque el cultivo y desarrollo profundo y constante del conocimiento en general, de las artes, de la ciencia en su sentido más amplio, acaba empapando el tejido social como lluvia fina, y trayendo consigo la bonanza económica, aunque a veces con un desfase de varias generaciones.

Por eso es el conjunto de la sociedad quien les debe agradecimiento a ustedes y a los que actúan como ustedes, en nombre de esas futuras generaciones que sin saberlo se beneficiarán de su esfuerzo de hoy.

Estamos convencidos de que ustedes no hacen lo que hacen para que nadie se lo agradezca, sino porque quieren hacerlo, porque les gratifica personalmente, porque les interesa científicamente. Precisamente por eso, todos les debemos doble gratitud, y nosotros desde aquí queremos expresársela de todo corazón.

Esa es también la razón de que nuestra Fundación les apoye a ustedes, y a quienes como ustedes trabajan así para todos. Lo hacemos por la satisfacción de estar cumpliendo con un gratísimo deber, de estarnos poniendo al lado de los mejores, de respaldar a la elite moral que salva a toda nuestra sociedad de la dislocación y de la descomposición a las que, de otro modo, se vería abocada.

Gracias muy especiales a la Junta Directiva de la Asociación, a su Presidente el Doctor Jean François Botrel y a su Secretaria General la Doctora Blanca López de Mariscal, por la confianza que nos han otorgado y por habernos permitido trabajar para la Asociación Internacional de Hispanistas con tan buena sintonía. Gracias por su generosidad a las instituciones que con sus aportaciones materiales han hecho posible este Congreso, y a las personas que con la desinteresada dedicación de su tiempo lo han organizado y llenado de contenido.

Permítanme ahora una reflexión personal, desde este privilegiado enclave de la cultura europea y universal, donde el término “universitas” cobra su sentido más amplio. Queremos subrayar que, en el marco de una Europa destinada a estar cada vez más cohesionada y de un mundo inexorablemente cada vez más globalizado, es mucho más lo que nos une a quienes pertenecemos al ámbito de la cultura europea y occidental, que lo que nos separa. Y la constatación de nuestras diferencias no debiera nunca llevarnos a resaltarlas y a recrearnos en ellas hasta el punto de perder de vista lo verdaderamente esencial: que la cultura entendida como búsqueda y cultivo del conocimiento es algo común a todos los pueblos de la tierra. Y que la esperanza de la humanidad descansa en nuestra capacidad colectiva de conservar, educar y acrecentar esa característica peculiar que nos distingue de los demás seres vivos: la de hacernos preguntas y la de buscar respuestas.

Hacemos votos porque el estudio y desarrollo de la cultura que se expresa en español no nos haga olvidar que el conocimiento, las artes y las ciencias, tanto si se refieren al pasado como al presente o al futuro, antes que de ningún grupo humano -aunque sea tan amplio, diverso y pujante como el mundo hispano- son patrimonio esencial de toda la humanidad.

Terminamos ya, con nuestro mas cordial deseo de que este Congreso rinda los mejores frutos, animándoles a perseverar y profundizar en sus esfuerzos, y a seguir trabajando desde el hispanismo en general y desde la Asociación Internacional de Hispanistas en particular, para el progreso y difusión de la Cultura con mayúsculas, de la Cultura sin fronteras.