Salamanca, 8 de marzo de 1994

Hace trece años me honrasteis con el título de Duquesa de Soria, y desde niña me inculcaron en el seno de Nuestra Familia que un honor es ante todo una obligación, una responsabilidad.

Carlos y yo, tratando de asumirlo así, pensamos que era en el campo de la cultura donde mejor podía concretarse nuestra contribución a esa parte entrañable de España cuyo nombre compartimos. Pero el cariño a Soria, y a Castilla, no es excluyente: es nuestra expresión del cariño a España, a esa Cultura (con mayúscula) que desde España se proyecta al mundo con vocación de universalidad y trascendencia.

En todo caso, sin la pretensión de ser intelectuales, pero desde el profundo respeto que el mundo, la obra y el criterio de los intelectuales nos merecen, impulsamos la idea y la constitución de una Fundación que llevase nuestro nombre, por ser el de Soria, y que se orientase al estudio y difusión de nuestra cultura en sentido amplio, con especial atención a ese capital intangible que es la lengua.

La cultura por la que se trabaja desde esta Fundación no es patrimonio exclusivo de nadie, sino riqueza común que compartimos con los países hermanos de Iberoamérica, y con los hispanistas del mundo entero que, sin tenerla como cultura materna, la han adoptado voluntariamente como propia, con un amor y una dedicación que nos enorgullece y nos emociona.

Desde la Presidencia de Honor, nos sentimos muy próximos a la labor diaria de nuestra Fundación, que entendemos y respetamos en toda su magnitud, y que tratamos de apoyar, potenciar y estimular con toda nuestra ilusión y con todas nuestras fuerzas.

Hoy vivimos un hito importante en su corta historia, al celebrar el quinto aniversario de su andadura en Vuestra presencia, nuevo honor que agradecemos en todo su valor.

Este su quinto aniversario nos quedará además imborrablemente señalado por el nacimiento de la Cátedra que se constituye en memoria de Nuestro querido Padre el Conde de Barcelona.

Es nuestro emocionado deseo, y el de la Fundación, que esta Cátedra, nacida precisamente en el Quinto Centenario del Tratado de Tordesillas (que la Fundación conmemora de modo especial) sea un nuevo vínculo de unión entre personas e instituciones de España y de Portugal, los dos países que constituyeron en nuestra infancia la Patria lejana y la casa diaria, y que fueron tan amados por Él, que tanto hizo durante su larga estancia en Estoril, a favor del acercamiento de los hombres de letras y de ciencia españoles y portugueses, en la concordia y en la libertad.

Quiero por lo demás recordar, aquí en Salamanca, que para esta Fundación el año 1992, de tan significativa memoria, fue, sobre todo, el Quinto Centenario de la publicación de la Gramática de Nebrija, tan vinculado a esta Universidad. Su gramática, la primera de una lengua moderna, hace posible el milagro de que cinco siglos después sigamos entendiéndonos pueblos y etnias diferentes en una misma lengua que nos hermana. Creemos que la Fundación probó su buen criterio y su capacidad, al organizar para tan justa conmemoración un buen número de actividades entre las que citaré, por su importancia, la Reunión Internacional de Académicos de la Lengua Española, que clausuró el Príncipe de Asturias el 29 de octubre de 1992.

El año 1492 así conmemorado, fue el inicio de una etapa histórica que, en cierto sentido y en algunos aspectos, se agota en 1898, año del que va a celebrarse pronto el Primer Centenario. Fue un tiempo en el que junto a la pérdida de los territorios de Ultramar, y sus repercusiones en la conciencia nacional y en la economía, florece la generación del 98 y el modernismo, nace el tejido empresarial español y surgen nuevos enfoques sobre la literatura, la ciencia y el pensamiento. Por eso la Fundación tiene el proyecto apasionante, que se me ha rogado haga público hoy ante Vuestras Majestades, de centrar buena parte de su labor, para los años 96, 97 y 98, en el estudio y comprensión, un siglo después, de lo que supuso 1898. Con este proyecto tan importante, la Fundación quiere aportar su contribución al fin del milenio, para que el estudio sereno de nuestra realidad de hace un siglo nos permita abordar mejor los retos del próximo.

Pero todos estos objetivos, tan ambiciosos, no podrían llevarse a cabo sin la contribución inapreciable de quienes forman esta Fundación, de su Patronato tan eficaz como brillante, que siempre hemos considerado su mejor patrimonio. No querríamos herir la modestia de sus miembros, pero nos permitimos señalar el hecho de que su personalidad, su obra y su trayectoria, constituyen una honra para el país al que pertenecen. Y aún mayor honra supone para esta Fundación contar con todos y cada uno de ellos. Quiero expresar también nuestro agradecimiento a quienes con su mecenazgo hacen materialmente posibles nuestras actividades, y entre ellos es justo destacar aquí, de modo especial, la generosidad de la Caja de Salamanca y Soria, nuestro principal patrocinador, cuya sensibilidad cultural ha permitido llevar a cabo la labor hasta ahora desarrollada, y cuyo apoyo para el futuro contribuirá en gran medida a que la Fundación pueda continuar en la línea que se ha señalado para los próximos años.

Y ahora, Majestades, permitidme que os haga entrega de esta memoria que resume las actividades de la Fundación desde que se constituyó hasta el final de 1993. Esta muestra de lo que la Fundación ha hecho durante sus primeros años permite predecir, para su porvenir, una muy prometedora madurez, al servicio de España y de la Cultura.