Alberto Gómez Font

Hay personas tan propensas al lucimiento personal que no dudan en hacer continua ostentación de sus cargos por insignificantes que estos sean, llegando incluso a extremos que inducen a la risa.
El problema se plantea cuando en los medios de comunicación aparecen frases como «Es la segunda vez que ostenta el cargo de consejero durante la presente legislatura», en las que se usa este verbo cambiándole su significado: ‘Mostrar o hacer patente una cosa; hacer gala de grandeza, lucimiento y boato’. En realidad lo que se quiere decir es que «fulano desempeña u ocupa tal o cual cargo», actividad que nada
tiene que ver con la ostentación (jactancia y vanagloria; magnificencia exterior y visible) ni con ostentoso (magnífico, suntuoso, aparatoso y digno de verse) aunque en ocasiones se de la coincidencia de que quien ocupa algún cargo de importancia cae en la tentación y se convierte en ostentador, petulante, fanfarrón, pretencioso, pomposo, exhibicionista…

Y aunque esos fanfarrones ganaron la batalla y lograron que en la edición del Diccionario del 2014) el ostentoso verbo ostentar tuviera un nuevo significado: ‘Tener un título u ocupar un cargo que confieren autoridad, prestigio, renombre, etc.’, los invito a ser discretos a no caer en esas ostentaciones, propias solamente de los que quieren presumir de su status, voz esta última que no pinta nada en nuestra lengua, pues ya teníamos posición social o nivel social, y también situación o consideración.
Tampoco es de recibo hispanizar ese extranjerismo y escribir estatus, pues así creamos una palabra feúcha y que no nos hace falta, aunque también haya encontrado padrinos para hacerse un hueco en las páginas del Diccionario. Mas hay que tener claro que el hecho de que una palabra —o una nueva acepción de otra ya existente— llegue al Diccionario no implica que sea la más adecuada.

Dejemos, pues, el feo ejercicio de la ostentación para esas personas poco refinadas que quieren demostrarnos que su posición en superior a la nuestra, y quedémonos con la paz espiritual que nos da saber que somos nosotros, y no ellos, quienes podemos presumir de usar bien nuestra lengua.

Alberto Gómez Font
Patrono de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española

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