No es cosa tan nueva como parece la preocupación de usar el género femenino en voces que tradicionalmente solo se han usado en masculino. Hace ya muchos que Fernando Lázaro Carreter, en el Manual de Estilo de la Agencia EFE, aconsejaba que generalizásemos el uso del femenino en los nombres de profesiones o cargos cuando estos fuesen desempeñados por mujeres. Pero también advertía Lázaro de que había que proceder con cuidado en los casos difíciles, como jueza, fiscala y cónsula.
Dicha preocupación ha ido creciendo con los años e incluso los movimientos feministas no han dudado en calificar al español de lengua machista. Dejemos ahora de lado esas discusiones sociolingüísticas y ciñámonos a la jueza, la forma femenina de juez que ya entró en el Diccionario de la Real Academia.
Algunos -entre ellos quien firma este artículo- nos preguntábamos si no era suficiente con decir la juez. ¿Acaso la terminación -ez implica que la voz sea masculina? ¿No decimos la nuez? Y nos tocó arrepentirnos de haber pensado así y de haberlo dejado escrito, por aquello de scripta manent?
Ello es un aviso más de que hay que huir a toda costa de posiciones puristas, pero también es cierto que, queriendo hacerlo bien, lo más normal es que quien tiene que aconsejar sobre el uso del español y revisar y corregir textos tienda a un excesivo purismo. Ello es disculpable, pero el corrector debe darse cuenta de la realidad de su lengua y no le queda más remedio, si es persona con la cabeza bien amueblada, que ser flexible, o tener algo de cintura, como los buenos boxeadores, para dejar pasar las nuevas voces o expresiones que aterrizan día tras día en el español.
Regañé hace años a los periodistas que optaban por el femenino jueza, y hoy, aunque no debería hacerlo, algo me empuja a seguir erre que erre, pues esa palabra me parece fea…

Y como en la jerga del Derecho se utiliza desde ya algunos años el verbo penalizar con el significado de ‘tipificar como delito o falta una determinada conducta’, es muy probable que las juezas lo usen en su trabajo cotidiano; se trata de un neologismo, pues aterrizó en nuestra lengua (en los diccionarios) ya en el siglo XXI.
Unos cuantos años antes, en 1984, llegó penalizar al Diccionario de la lengua española con el significado de ‘en competiciones deportivas, imponer una sanción o castigo’. Y como antes no estaba, los que nos dedicábamos a la corrección de textos les llamábamos la atención a quienes utilizaban ese verbo, les decíamos que no era una palabra española y en su lugar recomendábamos que se usaran otras. Así podíamos leer en los manuales de estilo cosas como:
PENALIZAR.- No existe este verbo. Dígase sancionar, castigar, penar, etc.
E incluso después de que entrara en los principales diccionarios de español algunos libros sobre el buen uso del español seguían diciendo: «Prefiérase sancionar, castigar,
penar, etc.»
Y como no siempre lo que llega al Diccionario oficial es lo más aconsejable, somos bastantes -o al menos sería de esperar- los que preferimos seguir sin usar ese verbo por la simple razón de que nos gustan más sus hermanos de significado, los que utilizamos desde hace tantos años que no nos hacía ninguna falta el recién llegado.
Y ahora que los policías pueden multar a los viandantes y a los automovilista que incumplen con las normas del confinamiento -forzoso contra el coronavirus-, les va a tocar a las juezas decidir si esos avisos de multa terminan o no en una penalización.

Alberto Gómez Font
Patrono de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española

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