Hace ya unos cuantos años, en el Diccionario de español urgente, podíamos leer que tanto la voz inglesa homophobia como su traducción al español homofobia estaban mal construidas si lo que se intentaba decir era ‘aversión a los homosexuales’, y la explicación era esta:

«[…] En ambas lenguas el elemento compositivo homo- se usa, antepuesto a otro, para dar idea de semejanza o igualdad: homógrafo (‘que se escribe igual’), homófono (‘que suena igual’), homónimo (‘que tiene el mismo nombre’).

Fobia (en inglés phobia) significa ‘apasionada o enconada aversión hacia algo’, y funciona como segundo elemento en compuestos del tipo hidrofobia (‘horror al agua’), fotofobia (‘repugnancia y horror a la luz’), claustrofobia (‘sensación de angustia en los lugares cerrados’), etc.

»Es decir, el neologismo homofobia significa ‘aversión a lo semejante’, por tanto, está mal formado si lo que se quería expresar era ‘aversión a los homosexuales’. Sería muy conveniente atajarlo antes de que se asiente definitivamente en nuestra lengua, aunque la tarea será difícil si los anglohablantes lo asumen como correcto.

»Los anglohablantes, dada su proclividad a recortar y abreviar las palabras, han comenzado a utilizar homo e lugar de homosexual, de tal forma que para muchos de ellos la palabra griega homo ha perdido su significado de ‘igual o semejante’. Pero el hecho de que esto ocurra en inglés no quiere decir que en español tenga que pasar lo mismo».

De poco nos sirvieron tan masticadas y detalladas explicaciones sobre el neologismo en cuestión; los hablantes de español del siglo XXI tuvimos que rendirnos una vez más ante el empuje de los redactores de noticias y de los aficionados a las copias del inglés, y nuestra «fobia a la palabra homofobia» se quedó solamente en «fobia a la homofobia». Y es que no puede pretenderse que todo el mundo sepa qué diantres significa homo… Es mucho pedir.

Nos encontramos de nuevo con ese mismo homo en la palabra homólogo, que según lo antes explicado, sería algo así como una ‘persona muy versada en todo lo relacionado con los homosexuales’; un ‘experto en homosexuales’, un ‘estudioso de los homosexuales’, ya que el elemento compositivo ‑logo se usa para formar palabras con el significado de ‘persona versada’ o ‘especialista’ en lo que el primer elemento indica: filólogo, egiptólogo, enólogo…

Pero de lo que se trata aquí es de otra historia: la del empleo «indebido» de homólogo con el significado de ‘colega’, ‘persona que desempeña el mismo cargo’ o ‘persona del mismo oficio’, uso que entró en nuestra lengua por el canal de los medios de comunicación, y por mucho que se avisara de que ese empleo no era el apropiado para esa palabra, llegó para quedarse.

Hubo muchas advertencias y avisos en los que se repetía una y otra vez que era preferible colega cuando se hablase de que un ministro iba a entrevistarse con su homólogo alemán. Pero la batalla terminó más pronto que otras veces, ya que los hispanohablantes tomaron la firme decisión de decir y escribir repetidamente esa palabra. Ya en 1984 , en el Diccionario Manual (de la Real Academia Española) se proponía una nueva acepción para homólogo: ‘Dícese de la personas que se encuentran en condiciones semejantes de trabajo, estudio, etc., o ejercen funciones semejantes’.

¿Que cómo se coló una voz propia de la geometría (‘Aplícase a los lados que en cada una de dos o más figuras semejantes están colocados en el mismo orden’) en las noticias sobre política y más tarde en las deportivas? ¡Vaya usté a saber!

La cosa se complica un poco más si nos da por hablar de los homólogos homófobos, que, según se examine, podrían ser los ‘expertos en homosexualidad que tienen fobia a lo semejante’, algo que se acerca al oxímoron.

Alberto Gómez Font
Patrono de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española