De todos es sabido que hay un importante stock de anglicismos instalados en el español. Esta última palabra —stock—, tras pasar por el Diccionario Manual en 1985 y en 1989, llegó por fin al Diccionario de la lengua española en el 2001, pero los lexicógrafos decidieron marcarlo con el estigma de la letra cursiva, es decir, no lo adoptaron ni lo adaptaron como una nueva voz en español, sino como un extranjerismo que se usa en nuestra lengua.

En el Diccionario de español urgente (2000) se decía esto sobre su aterrizaje: «[…] ocurre en muchas ocasiones, y es totalmente censurable, que se introducen términos extranjeros innecesarios, que tienen equivalentes exactos en español, y lo único que hay que hacer es el mínimo esfuerzo de traducirlos correctamente, pero ese esfuerzo parece ser excesivo para algunos. Es el caso de la voz inglesa stock, tan corriente en nuestros días en el vocabulario de muchos hispanohablantes que parecen desconocer palabras como existencias, reservas, provisión, surtido, mercancías almacenadas, sobrantes, excedentes, almacenamiento, almacenaje o inventario, que, según el contexto en el que aparezca el stock, son posibles traducciones españolas. Las construcciones inglesas to be in stock y to be out of stock corresponden a las españolas estar en existencias o estar agotado».

El asunto es que el stock se instaló en el Diccionario, o sea que podemos decir que en el stock de palabras del español ya está la palabra stock.

También en el stock de anglicismos acomodados en nuestra lengua y criticados en los libros y manuales de estilo está la palabra copia, y en el mercado hay muchas copias de ese tipo de obras sobre el buen uso del español, pues se imprimen cientos ellas. ¿Siguen siendo libros útiles y de ahí que se pongan tantas copias en venta? ¿Hablamos de copias o de ejemplares…? Y es que hubo un tiempo en el que los libros se contaban por ejemplares, y luego pasaron a contarse también de la misma forma los discos —los elepés o los singles—. Así, se podían oír o leer cosas como «Se vendieron más de 10 000 ejemplares de la última novela de Corín Tellado» o «Ya se han vendido más de 500 000 ejemplares del último disco de Julio Iglesias».

Con esa palabra —ejemplar— teníamos bastante para referirnos a cada una de las reproducciones en un libro o de un disco, mas para algunos debía de ser demasiado vulgar o excesivamente larga y descubrieron que en la lengua para ellos más prestigiosa, el inglés, eso se conocía como copy. El calco fue inmediato, basado en una mala traducción causada por un falso amigo, y los ejemplares fueron convirtiéndose en copias.

Nadie tuvo en cuenta que una copia en español era, entre otras muchas cosas, la ‘obra de escultura, de pintura o de otro género, que se ejecuta procurando reproducir la obra original con entera igualdad’, y la ‘imitación servil del estilo o de las obras de escritores o artistas’. Otro de los significados relativamente recientes (llegó al Diccionario en 1992) de la palabra copia era ‘cada una de las que se hacen de una película para su exhibición en las salas de cine, y también cada una de las reproducciones de una fotografía, de una cinta magnética, etc.’. El paso de esa palabra de la cinta magnética al disco fue lógico, y se comenzó a llamar copias a cada una de las reproducciones de los discos de vinilo, también conocidos, según su tamaño, como elepés o singles.

El paso siguiente fue comenzar a llamar copias a los ejemplares de los libros; se trata de un uso bastante nuevo en nuestra lengua, y, como tantas otras veces, si bien comenzó considerándose como incorrecto, hoy ya no se puede afirmar eso rotundamente, pues está totalmente incrustado en la lengua culta moderna, y al buscar copia en el Diccionario vemos que la nueva acepción es: ‘ Cada uno de los ejemplares que resultan de reproducir una publicación, una fotografía, una película, una cinta magnética, un programa informático, etc.’

Mas, por muchas copias que haya en el stock, siempre será mucho más elegante hablar de los ejemplares almacenados o de las existencias de ejemplares, pues aunque esas palabras hayan encontrado un hueco en el Diccionario, siguen siendo unas intrusas.

Alberto Gómez Font
Patrono de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española

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