Soria, 5 de febrero de 2009

Desde que en 1971 me doctoré en Medicina por la Universidad de Bolonia, con una tesis sobre vectocardiografía, no había vuelto a sentir, por razones académicas, esa sensación que acompaña a los momentos de especial trascendencia. Entonces ingresaba, después de dos años en el Colegio de España, en el claustro de Doctores de la más antigua Universidad europea. Hoy lo hago, como Doctor Honoris Causa, en el de una de las más antiguas de España y de Europa, pero esta vez no por mis méritos, sino por el de los muchos científicos y académicos que han aportado los suyos a la Fundación que la Infanta Margarita y yo creamos el 1 de marzo de 1989, y que cumplirá 20 años dentro de muy pocos días.
Doña Margarita ha expresado los sentimientos que suscita en ella no sólo el honor mismo de esta investidura, sino las excepcionales circunstancias que la rodean. Lo cual me va a permitir hacer más breves mis palabras, y no abusar de su amable atención, rogando, en todo caso, sepan también perdonar el tono no académico de las mismas. Porque efectivamente yo comparto con ella todos esos sentimientos, plenamente, aunque es cierto que a veces con un matiz distinto. En algún caso sobre aspectos poco trascendentes, como el hecho de que en materia de idiomas no pueda ni remotamente compararme con ella. Pero en otros con mayor alcance.
Me refiero al honor que Vuestra Majestad nos hace presidiendo este acto, y desplazándose para ello a la sede de nuestra Fundación, como ya hiciera en 1999 con Su Majestad el Rey. Desde la admiración y el respeto que os profeso, ello tiene en mí una percepción personal cargada de profunda gratitud.
Me refiero también a la generosa laudatio de la Doctora Fernández Nistal, a quien asimismo agradezco de todo corazón su madrinazgo y sus palabras. Nos atribuye a la Infanta y a mí méritos que desde luego yo no puedo sentir sólo como tales. Porque nuestra implicación en la creación y desarrollo de la Fundación es la expresión de nuestro compromiso con Soria y con sus gentes, con la cultura, con el esfuerzo por promover para todos un futuro mejor.
Pero, si en el caso de mi esposa la responsabilidad y el sentido del deber hacia el conjunto de la sociedad es algo en lo que toda Su familia ha sido educada, en mi caso personal ese compromiso nace simplemente de un sentimiento de deuda vital a la que estoy obligado a responder. Y entiendo que no cabe percibir como un mérito el cumplimiento de un deber.

Soy universitario e hijo de dos universitarios, lo que, desde luego y por lo que hace referencia a mi madre, no era demasiado habitual en mis tiempos. Y más exactamente, soy médico, e hijo de un médico que precisamente cursó los primeros años de su carrera en esta misma Universidad, en el Colegio de Huérfanos de Caballería de Valladolid, circunstancia que hoy siento como especialmente entrañable, pues desde niño oí hablar a mi padre con nostalgia y con respeto de su fundamental etapa vallisoletana. En todo caso, y por mi formación como médico e hijo de médico, por haber sido educado en el amor al estudio, en el respeto a los valores intelectuales y morales, y en la preocupación por el bienestar de los demás, me resulta natural atender el compromiso que representa la Fundación. Pero desde luego mi impresión personal no es en absoluto que ello suponga ningún mérito.
Al contrario. Mi sentimiento es de enorme satisfacción personal por poder cumplir con mi obligación. Porque pocas labores caben tan gratas como la de contribuir al desarrollo de la cultura, y además hacerlo apoyando a esta querida tierra de Soria a la que la Infanta Margarita y yo nos sentimos tan unidos.
Buen ejemplo de ello es una de nuestras más recientes actividades: la gestión ilusionante y prometedora de Soria Románica, encomendada a la Fundación por la Junta de Castilla y León, cuyo Presidente también tiene la amabilidad de acompañarnos hoy, es algo que de verdad nos llena de satisfacciones por su propia naturaleza, y que además supone el reconocimiento a estos años de continua labor y buen hacer en pro de la cultura y de Soria.
En el detallado y cuidadoso balance que la Doctora Fernández Nistal ha hecho de los logros de nuestra Fundación, se comprueba que esto no es un caso aislado, sino que toda la actividad de la Fundación es enormemente gratificante. Por cierto, debo decir que todos los que vemos desde dentro la actividad fundacional nos quedamos siempre un poco sorprendidos, incluso abrumados, cuando, con una perspectiva que desde dentro es difícil tener, alguien hace un análisis tan completo como el que hemos oído de esta labor de veinte años.
Puesto que este Doctorado Honoris Causa nace precisamente de esa labor, el honor que conlleva lo comparto íntegramente con cuantos trabajan en ella para hacer más enriquecedor nuestro futuro colectivo, y quiero desde aquí dedicarles un recuerdo a todos en el momento mismo de esta solemne investidura.

En este punto quiero también recordar expresamente a quienes a lo largo de estos años han aportado los recursos que han hecho posible esta labor, y señalar que este Convento de la Merced es la Sede de la Fundación gracias a la generosidad de la Excelentísima Diputación Provincial de Soria, que lo cedió para ello por noventa y nueve años. Además, debo destacar el apoyo de Caja Duero, por la confianza con que ha permitido que la Fundación eligiera libremente los objetivos culturales a los que dedicar sus aportaciones, desde el convencimiento de que invertir en cultura es socialmente rentable a corto plazo, y por tanto, a más largo plazo, también económicamente rentable. Es esta una constatación de inteligencia empresarial, y por tanto de buena gestión, y así lo quiero reiterar hoy.
Mi esposa ha señalado la amabilidad extraordinaria de permitirnos acceder juntos al grado de Doctor por esta Universidad, y yo no puedo por menos que repetir con ella que, en efecto, este vínculo académico es para nosotros un lazo nuevo, y desde luego entrañable. Gracias especiales por ello a la Facultad de Traducción e Interpretación, a cuyo Claustro de Doctores pertenecemos ambos a partir de ahora.
Si hay algo en lo que la coincidencia de mis sentimientos con los de la Duquesa de Soria es, si cabe, aún más completa y plena, sin margen para matices, es en que el honor de este doble doctorado Honoris Causa, como todos los honores, lleva aparejada para nosotros una especial responsabilidad. No cabe honor sin responsabilidad, como no caben derechos sin obligaciones. Igual que lo ha hecho Doña Margarita, quiero decirlo yo también: responderemos a este honor de todo corazón.
Termino ya, reiterando mi gratitud a la Universidad de Valladolid por otorgarme este grado de Doctor Honoris Causa. Gracias a todo el Claustro universitario, al Equipo Rectoral y al Rector Magnífico, Dr. Evaristo Abril. Gracias a la Facultad de Traducción e Interpretación y a su Decano, Dr. Antonio Bueno. Gracias a todos los estamentos de la Universidad: miembros del Consejo Social, profesores y alumnos, investigadores y personal de administración y servicios. Gracias a todos, de todo corazón.
Y por supuesto, mi gratitud sincera y mi reconocimiento a todos ustedes por su amabilidad al acompañarnos.
Y en fin, Majestad, gracias por Vuestra generosísima presencia, que nos servirá de estímulo a la Infanta Margarita, a mí, y a toda la Fundación, para seguir trabajando desde Soria por la cultura y por el bienestar social. Muchísimas gracias, Señora.