S.A.R. la Infanta Doña Margarita durante su intervención en la inauguración del curso 2008-2009

Soria, 2 de julio de 2008

En este curso 2008-2009 cumple veinte años de vida nuestra Fundación. Hemos repasado en detalle su trayectoria en estas dos décadas, y buscando un elemento común presente en todas y cada una de las actividades de su variadísima pero coherente constelación de iniciativas, encontramos que ese es el caso de la libertad de expresión.
La libertad de expresión ha sido, sin duda, norma general de la Fundación en estos veinte años, sin excepciones. En todas sus actividades no es su propia voz la que se ha escuchado. No. En cada iniciativa, con cada paso que hemos dado, hemos prestado nuestra casa para que en ella, con absoluta libertad, otros expresaran su pensamiento y enriquecieran así el gran depósito común del conocimiento; para que se creara en ella el ambiente más favorable a la creación intelectual o artística y al fomento de la investigación en cualquier área del saber; y para que desde ella pudieran expresarse con plena libertad todas las líneas de pensamiento. La Fundación ha puesto todas sus capacidades al servicio del derecho de los demás a expresar sus opiniones libremente, aceptando como normal que cada uno piense de forma diferente, y entendiendo que del encuentro de ideas libres y dispares nace el auténtico progreso.
He mencionado la amplísima diversidad de disciplinas por las que la Fundación ha mostrado su interés, y la he calificado de coherente pese a su aparente disparidad. En efecto, nos hemos ocupado y nos ocupamos, en España y fuera de España, de materias tales como la recuperación y conservación del patrimonio cultural, la lengua española, las tecnologías lingüísticas, el lenguaje científico, la literatura, la historia y el hispanismo; pero también de neurociencias, de medicina regenerativa, de nefrología, oncología, nutrición o micología; y también de física, y de paleontología humana, y de arqueología, y de antropología; y de teatro, de música, de filosofía, y de artes plásticas; y de economía, de medio ambiente, de paisaje y de desarrollo local; y de periodismo, y de arquitectura, y de poesía…
Pues bien, desde el enfoque de la Fundación, todas esas disciplinas y materias son facetas de un único prisma: el saber, que es la vía para aproximarnos a la verdad sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea. El cultivo de ese conjunto inabarcable de conocimiento, en constante expansión por la investigación y por la creación, es la cultura: la Cultura con mayúscula.
Pero la coherencia de la Fundación a lo largo de estos veinte años no se limita a cultivar la libertad de pensamiento y de expresión, y a promover la expansión del conocimiento y de la cultura -especialmente la que se expresa en español-, sino que, además, esa coherencia se ha puesto de manifiesto en el método empleado.
El esquema ha sido siempre el mismo: un Patronato formado por personas de reconocido buen criterio, asistido por un Consejo integrado por los mejores especialistas, selecciona un campo de actividad y pone al frente a un responsable académico de capacidad contrastada. El responsable tiene plena libertad de decidir los temas concretos y de elegir ponentes y participantes, dentro del formato que fija la Fundación en el marco de sus posibilidades materiales. Y el equipo de gestión de la Fundación se hace cargo de la coordinación, de la organización material y de la logística, permitiendo que los responsables y participantes académicos puedan dedicarse, libremente, a pensar y a debatir.
Quiero mencionar aquí, a título de ejemplo, una actividad específica que la Fundación desarrolla con la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, para contribuir a la mejor formación de los futuros profesionales de la comunicación, y en la que han participado nada menos que 9.852 alumnos en los últimos ocho años. La cito porque esa Facultad también cumple veinte años en este curso, y porque, para celebrar esa coincidencia, vamos a publicar juntos un volumen, precisamente sobre la libertad de expresión, con aportaciones de los invitados que hemos llevado allí a lo largo de los años. Esa publicación promete ser un excelente hito de este vigésimo aniversario.
Hay que añadir que todo esto ha podido llevarse a cabo porque hemos contado con los recursos económicos necesarios. Por eso queremos expresar nuestra gratitud en primer lugar a Caja Duero, con nuestro reconocimiento por su visión al apoyar a la Fundación, de forma estable y sin interferir en su independencia, cuando no era más que un proyecto apenas iniciado, y era difícil imaginar la trayectoria que ahora acreditan estos veinte años.
Debemos agradecer también su apoyo a la Junta de Castilla y León, no sólo por habernos respaldado todo este tiempo, sino sobre todo por la confianza demostrada al encomendar a nuestra Fundación un proyecto de tanta envergadura y tanto potencial como Soria Románica.
Además, estamos en este Convento de la Merced, que sentimos como nuestra casa, gracias a la Excelentísima Diputación Provincial de Soria, que hace ya veinte años cedió a la Fundación, por casi un siglo, este magnífico edificio. Gracias muy especiales por ello.
Desde este antiguo Convento, en el que Sus Majestades los Reyes presidieron nuestro Patronato en 1999, cuando acabábamos de cumplir diez años, hemos desarrollado nuestras actividades. Y además hemos conseguido llenar de vida estas viejas piedras durante todo el año, gracias a los acuerdos con la Universidad de Valladolid, presente desde el principio en todos los órganos de la Fundación, y con quien siempre hemos trabajado en perfecta sintonía. Con esta enriquecedora simbiosis, la ciudad ganó una Escuela Universitaria de Estudios Empresariales, de la que, en sus nueve años en esta Sede, han salido, antes de trasladarse al Campus, casi 400 diplomados. Y ganó también su primera y única Residencia Universitaria, que desde 1998 ha proporcionado alojamiento a casi 1.700 residentes y participantes en nuestras actividades. En esa línea de colaboración se enmarcan, por ejemplo, los seminarios conjuntos con la Facultad de Traducción e Interpretación y con la Escuela de Fisioterapia del Campus soriano de la Universidad de Valladolid, o la Cátedra Luis García de Valdeavellano de Historia de España.
En este tiempo hemos contado además con el apoyo económico de todas esas personas e instituciones que el Presidente de nuestro Patronato acaba de nombrar. Gracias, de todo corazón, a todos ellos. Y gracias muy sentidas a todos los miembros de nuestro Patronato, de nuestro Consejo, de nuestros equipos de trabajo. Porque sin su interés, su dedicación y su esfuerzo nada de esto hubiera sido posible.
Después de estos primeros veinte años, el Duque de Soria y yo estamos orgullosos de que la Fundación haya sabido mantenerse coherente con sus planteamientos iniciales, en proceso constante de mejora y perfeccionamiento. Estamos satisfechos de que haya sabido responder tan acertadamente al honor de llevar -como mi esposo y yo- el nombre de Soria, con el alto nivel que esa responsabilidad merece.
Pero la Fundación mira hacia adelante y siempre aspira a más. Nosotros creemos en su potencial, creemos que le espera un porvenir aún más fructífero, con nuevos proyectos que, como Soria Románica, se planteen con la vista puesta en el largo plazo, buscando conciliar desarrollo y conservación, que es el gran reto de nuestros días para el futuro de esta tierra y para el bienestar de sus habitantes.
Así que, para que sean testigos de ese futuro, les emplazo a seguir haciendo con nosotros, cada año, en este miércoles de la cultura, el balance provisional de la actividad de nuestra Fundación (nuestra, porque es también de todos ustedes); y a hacer un gran balance -que con su ayuda no podrá ser más que positivo- dentro de otras dos décadas.