S.A.R. la Infanta Doña Margarita durante su intervención en la inauguración del curso 2005-2006

Soria, 6 de julio de 2005

Empiezo expresando mi satisfacción, y la de mi esposo el Duque de Soria, por estar una vez más, en Soria, en este “miércoles de la Fundación” que celebramos con todos ustedes. Dispuestos a iniciar, terminadas ya las fiestas de San Juan, un nuevo año de actividad intensa e ilusionante, que para nosotros será ya -¡cómo pasa el tiempo!- el año número diecisiete.

Y, como cada año, aprovecharé esta ocasión para compartir con ustedes algunas reflexiones que el Duque de Soria y yo nos hacemos al echar la vista atrás y al repasar, no sólo lo que hemos hecho en este año que hoy concluye sino también todo lo que la Fundación viene haciendo desde 1989.

La primera es de admiración. Admiración hacia el trabajo bien hecho -excepcionalmente bien hecho- por todos los que aportan su esfuerzo y su saber a nuestra actividad. Unos desde el Patronato, desde el Consejo y desde nuestra Comisión de Actividades. Otros con su participación activa en nuestros Seminarios, en nuestros programas permanentes, en nuestros ciclos de difusión. Y otros desde nuestro equipo de gestión, cuyos miembros trabajan con admirable dedicación para que todo ese esfuerzo intelectual que se agrupa en torno a la Fundación se desarrolle sin obstáculos y de forma ordenada, cohesionando un conjunto muy extenso y muy diverso. Y eso, queremos destacarlo, tiene un mérito muy especial, porque nuestra labor abarca desde las neurociencias a la informática, o desde la literatura a la paleontología, o desde la arquitectura a la micología; y porque se desarrolla en América o en el Cáucaso, en Amberes o en Lisboa, en Barcelona o en Ciudad Rodrigo, …pero siempre desde Soria, desde este Convento de la Merced.

A esa primera reflexión de admiración sigue, inmediatamente, como no podía ser menos, la de agradecimiento. Y es que resulta ya enorme la deuda de gratitud que el Duque de Soria y yo tenemos contraída con cuantos han respondido a la llamada de nuestra Fundación, en la que, bajo la eficacísima presidencia de Don Rafael Benjumea, Conde de Guadalhorce, concentramos lo mejor de nuestros esfuerzos en pro de Soria.

Nuestra gratitud no se dirige sólo a esta suma extraordinaria de esfuerzos personales, sino que se extiende también a los medios de comunicación, que multiplican, gracias al buen trabajo de sus profesionales, el eco de nuestra labor.

Y nuestro agradecimiento se dirige también, por supuesto, a quienes nos facilitan los recursos materiales para que la Fundación pueda hacer todo lo que hace. En este aspecto queremos reiterar que el papel de Caja Duero es excepcional, no sólo porque es quien más recursos económicos nos aporta, y porque lo viene haciendo con regularidad desde hace quince años, sino porque además suma la activa y valiosísima contribución personal de sus representantes en el Patronato y en la Comisión de Actividades de la Fundación. Por ese conjunto de aportaciones materiales y personales, hacemos llegar nuestra mayor gratitud a Caja Duero en la persona de su Presidente, Don Julio Fermoso.

Otra reflexión, que nace de comparar la enorme y creciente cantidad y calidad de nuestras actividades con el volumen estable de nuestros presupuestos, no hace sino redoblar nuestra admiración hacia la ejemplar gestión de los mismos, que se cita ya como modelo en otras fundaciones que con más presupuesto no alcanzan un volumen de actividad comparable. Si la Fundación, con su acreditada eficacia de gestión, contara con más recursos presupuestarios, si tuviera el respaldo económico de otras instituciones, de pequeñas y medianas empresas, e incluso -¿por qué no?- de particulares (cada uno en su escala), la labor de la Fundación, potenciada por dieciséis años de buen hacer, podría sin duda multiplicarse. Y podríamos abordar muchas más iniciativas si dispusiéramos de esos apoyos adicionales.

En cuanto a las actividades de la Fundación, el Duque de Soria y yo nos hacemos siempre una reflexión general: Fomentar y prestigiar la ciencia y la cultura en el mundo hispano al que pertenecemos, es también potenciar el prestigio internacional del español, y es por tanto trabajar para que la comunidad internacional de quienes nos expresamos en la lengua de Cervantes tenga asegurado un lugar propio en el mundo. Nuestra lengua es nuestra mayor riqueza, precisamente porque no es sólo nuestra, sino de muchos, y debemos administrarla con inteligencia y con prudencia. Conscientes de eso, desde el primer momento quisimos que la Fundación se ocupara de nuestra gran lengua común, pero también de las nuevas tecnologías aplicables a la lengua; que se ocupara de nuestra historia, desde los orígenes remotos de la humanidad (por eso estamos en Atapuerca, en Pinilla y en Georgia), y al mismo tiempo de las ciencias del futuro (por eso nos ocupamos de disciplinas como la física, la medicina o la neurociencia; materia en la que, por cierto, nos hemos acabado convirtiendo en un referente mundial).

La Fundación, ustedes lo saben bien, ha echado raíces en Soria, y cada año esas raíces se van haciendo más profundas. Nuestro compromiso con Soria, que nace del corazón, de sentimientos profundamente arraigados en nosotros, crece y se refuerza al comprobar que cada vez son más los sorianos que creen en su futuro y que están dispuestos a trabajar por él.

Por eso los sorianos se están haciendo oír. Y por eso su voz está ya siendo escuchada. Ahora hace falta que los sorianos de dentro y de fuera, de nacimiento y de corazón, gestionemos con la máxima responsabilidad la sensibilidad y el esfuerzo que nos dediquen las administraciones públicas. Soria es mucho más de lo que a veces nosotros mismos creemos, y puede ser aún más en el futuro. Sobre todo si sabemos aunar y capitalizar el apoyo de todos los sorianos: Pensemos que el número total de sorianos de nacimiento triplica al de sorianos residentes, que es el que se suele citar. Porque las dos terceras partes de los nacidos en Soria viven fuera de Soria, aunque todos siguen sintiéndose inalterablemente sorianos.

Seamos optimistas, sí. Pero seamos también realistas: No dejemos que nuestro entusiasmo y nuestro amor a Soria nos hagan perder la perspectiva. El universo no va a girar a nuestro alrededor, y además vivimos en un mundo en el que todo es mucho más frágil y efímero de lo que para nuestra tranquilidad queremos pensar. Recordemos sólo, como una terrible llamada de atención, el maremoto de diciembre pasado. Pero no pensemos en ello como algo ajeno y lejano, porque -nos guste o no nos guste- …no lo es. Y que cada cual saque sus propias conclusiones. Las nuestras son -en mi familia lo sabemos bien, al igual que en nuestra Fundación- que hay que seguir esforzándose cada día en hacer las cosas lo mejor posible, sin pensar en lo cerca o lejos que puedan estar nuestras expectativas de futuro.

Vuelvo, pues, al presente inmediato. Después de haber contemplado en el Palacio de la Audiencia un ejemplo tan relevante de los nuevos caminos del arte como es la obra del maestro Chema Cobo, tendremos ahora el placer de escuchar a Don Francisco Rico, uno de nuestros Patronos fundadores, hablándonos del Quijote en su cuarto centenario, como máximo especialista cervantino que es. Y el Duque de Soria y yo, como sin duda les ocurrirá a algunos de los que hoy nos acompañan, no podremos dejar de recordar aquella ocasión en la que el Profesor Rico, en junio de 1992 y en el Real Colegio de los Españoles de Bolonia, nos deleitó hablándonos de Nebrija. La Fundación conmemoraba entonces el quinto centenario de nuestra primera gramática, que fue la primera de una lengua romance, y que contribuyó a fijar esta lengua universal que no sólo es de Cervantes, sino de todos.

Termino ya: Hacemos votos para que este año 2005-2006 marque el inicio de una nueva etapa de revitalización para Soria, y ofrecemos la experiencia y los activos acumulados por nuestra Fundación, como contribución para que ese futuro que esperamos para Soria, y que todos debemos seguir esforzándonos en merecer, se haga -cuanto antes- realidad.