S.A.R. la Infanta Doña Margarita durante su intervención en la inauguración del curso 2004-2005

Soria, 30 de junio de 2004

Un año más celebramos, el primer miércoles después de la semana de San Juan, como cada año desde 1992, este “miércoles de la fundación” que empieza a ser casi tradicional.

Con este son ya trece años desde que nuestra Fundación instauró esta singular prolongación de las fiestas de San Juan. Y este año, por primera vez, mi esposo el Duque de Soria, por una cadera rota hace unos días, no puede, muy a su pesar, acompañarme y acompañarles a ustedes en este acto que es para nosotros una fiesta mayor, el eje central de nuestra vinculación a Soria.

¿Qué puedo decirles hoy sobre la Fundación, sobre nuestros objetivos, sobre nuestros proyectos, que no haya dicho ya en alguno de los doce años anteriores? ¿Qué puedo decirles del año académico que termina, o de los proyectos del que empieza, que no haya dicho ya el Presidente de nuestro Patronato, el Conde de Guadalhorce?

Podría extenderme sobre esas ideas, pocas pero ambiciosas, que configuran la personalidad, cada vez más madura, de nuestra Fundación. Pero me limitaré a apuntarlas para no abusar de su amabilidad. Estas son, en síntesis, nuestras directrices: Actuar sin límites geográficos en todo el mundo, con Soria como base, teniendo como objetivo colaborar con la comunidad universitaria en potenciar la investigación y el estudio en España; luchar contra el olvido de las disciplinas consideradas “no rentables”, por no serlo económicamente de forma directa e inmediata; fomentar el hispanismo y prestigiar en el mundo el español como lengua de cultura; potenciar la cohesión entre los países de habla hispana, aproximar a portugueses y españoles, y resaltar nuestros lazos culturales con la Europa transpirenaica. Y con todo ello cumplir una doble finalidad: contribuir al desarrollo integral de Soria, y mejorar el nivel cultural de nuestra sociedad, como sustrato necesario para el bienestar colectivo, y como instrumento esencial para enfrentarnos mejor a los retos del futuro.

Estas son las notas básicas de la institución que mi esposo y yo fundamos hace más de quince años con el propósito de vincularnos estrechamente a Soria, y de acentuar la vinculación de Soria con las líneas conductoras de la civilización: la lengua, con la que nos comunicamos los ciudadanos de tantas naciones; la historia, que nos permite reconocernos en lo que hemos sido; y la ciencia, que escrutina la raíz de las cosas y nos orienta hacia lo que seremos.

En nuestro deseo de reforzar nuestra unión con Soria, y de reforzar la unión de Soria con el resto del mundo, hemos contado con la ayuda de muchos, a los que desde aquí expreso nuestro agradecimiento: Unos han aportado su esfuerzo, su sabiduría, su criterio; y otros han aportado los medios materiales. Y de estos últimos, sobre todo, quiero destacar a Caja Duero, no sólo por la constancia de su ayuda, que la Fundación viene recibiendo año tras año, sino muy especialmente por su forma elegante e inteligente de ejercer el patrocinio. Además, hemos contado, en nuestro propósito de difundir la ciencia y la cultura, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación, que tan eficazmente multiplican el alcance de nuestra labor.

Pero vuelvo al principio. Este es sólo un año más, sólo eso. El simple paso del tiempo no debería ser motivo de orgullo ni de felicitación: Sólo el trabajo bien hecho lo merece. Y reflexionar sobre el paso del tiempo, por el contrario, debe darnos una lección de humildad, al ayudarnos a relativizar las cosas, a poner en perspectiva lo que hacemos, lo que somos, lo que queremos ser.

Ustedes pueden pensar que mucho de esto que decimos sobre lo que hace y lo que quiere hacer la Fundación suena un poco grandilocuente, y que la cultura no es en realidad tan importante en nuestras vidas cotidianas. Y lo cierto es que, si proyectamos nuestra actividad sobre el telón de fondo del tiempo de la historia, y del tiempo de más allá de la historia, hay que reconocer que todo cuanto hacemos, todo cuanto hagamos, quedará necesariamente empequeñecido.

Por eso, permítanme que les asegure que en nuestra Fundación no nos engañamos: no creemos en absoluto que lo que hacemos es lo más trascendente y lo más importante del mundo. Lo hacemos, eso sí, con el mayor entusiasmo, pero sabiendo que toda la labor reunida de nuestra Fundación en sus quince años de vida, a pesar de ocupar en nuestras memorias anuales 1.344 páginas llenas de reseñas y resúmenes muy concentrados, es solamente un grano de arena en el desierto de la labor ingente que entre todos debemos hacer para responder a nuestra condición de humanos. Y al decir todos me refiero no sólo a los que estamos aquí, sino a todos los miembros de esta extraña especie a la que pertenecemos, tan poco humilde que se considera sabia y por eso se bautiza a sí misma como “sapiens”. Que es, en tiempo geológico, apenas una recién llegada al planeta, y cuya trayectoria biológica, en tiempo astronómico, ocupa menos que un parpadeo. La humanidad domina, hoy por hoy y probablemente en precario, los continentes de este planeta, gracias a su capacidad de pensar y a su habilidad para crear instrumentos cada vez más sofisticados en los que apoyarse. Pero también -no lo olvidemos- gracias a su disposición a usar la violencia de forma implacable contra todo cuanto se le opone.

Por eso, al empezar diciendo “un año más”, soy plenamente consciente de lo relativo que es considerar importante lo que unos pocos cientos de personas hemos hecho en un periodo de tiempo absolutamente mínimo dentro del marco de la historia humana, que es a su vez mínimo dentro del marco de la historia de la tierra.

En nuestra Fundación somos plenamente conscientes de que sentirnos satisfechos con lo realizado en el año que hoy cerramos y en los catorce años anteriores sería un acto de presunción irreflexiva.

Mi esposo y yo, y nos enorgullece decir que con nosotros los cientos de personas excepcionales que se agrupan en torno a nuestra Fundación, nos sentimos insatisfechos, por principio, porque somos conscientes de la enormidad de los retos que nos planteamos y de la imposibilidad material de superarlos solos. Pero también somos conscientes de la imperiosa e irrenunciable necesidad de seguir avanzando, sin desanimarnos porque el horizonte que se abre ante nosotros sea, como es, ilimitado.

Por eso, precisamente por eso, seguimos pidiendo -como siempre, y cada año con más fuerza- el apoyo real y efectivo de todos ustedes y de las instituciones que muchos de ustedes representan. No hay que olvidar nunca que para conseguir algo siempre hay que pagar un precio, y que deberíamos estar dispuestos a aceptar un precio alto cuando por lo que trabajamos, por lo que trabaja nuestra fundación dentro de sus límites, es nada menos que por la vida y por el futuro.

Por eso no debemos pararnos, por eso estamos obligados a seguir adelante con ánimo, porque todos debemos ganarnos así el derecho a seguir existiendo, y el derecho a seguir progresando. Por la vida y por el futuro.