Soria, 30 de junio de 2010

Hace justamente un año celebrábamos aquí mismo el vigésimo aniversario de nuestra Fundación, con Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, que nos hicieron el honor de presidir el acto. Y en tan poco tiempo son muchas las cosas que han cambiado, y muchas las que ahora se perciben de manera distinta.

Hace ya muchos años que el Duque de Soria y yo venimos a celebrar con ustedes el comienzo de un nuevo curso de la Fundación, y bastantes más -cosas de la edad- aquellos de los que guardamos memoria. Al repasar en el recuerdo la vida de la Fundación, y la nuestra propia, no podemos dejar de confirmar cuánta razón tenía Jorge Manrique al decir -hace más de cinco siglos- que siempre nos parece mejor cualquier tiempo pasado.

Porque en estos momentos estamos inmersos en una ola creciente de pesimismo colectivo mundial, que podría hacernos pensar que vivimos hoy momentos tan adversos que no tienen precedentes. Y sin embargo, sólo en los últimos veintiún años, por no hablar de las décadas anteriores para quienes tenemos memoria de ellas, todos podemos encontrar momentos tan graves como los que ahora atravesamos.

Lo que nos lleva a recordar que cada uno de nosotros percibe el mundo desde su propia perspectiva, temporal, geográfica y social, y que por tanto nuestra visión del mundo es siempre necesariamente subjetiva, y en consecuencia nunca plenamente real.

Y por eso, porque necesitamos mejorar nuestro conocimiento del mundo y tener información más objetiva y más serena sobre lo que nos rodea, y sacar así mejor partido de nuestra vida, es fundamental promover la extensión y la difusión del conocimiento, de la ciencia y de la cultura, como hace nuestra Fundación y todas aquellas personas y colectivos que aportan algo de su tiempo y de su esfuerzo, aunque no sea más que un granito de arena, a elevar el nivel cultural de quienes forman su entorno.

Cuando los problemas están globalizados todos nos sentimos impotentes, porque creemos que no podemos influir en nada sobre la causa de nuestros males. Pero no es cierto. Si todos y cada uno de nosotros, individual y colectivamente, aportamos algo, sólo un poco, a aprender cosas nuevas, a cultivarnos, a mejorar nuestra capacidad de conocimiento y la de quienes nos rodean, y a apoyar -aunque sea muy modestamente- a quienes tienen ese objetivo como razón de ser, el mundo mejoraría sin ninguna duda, y alejaríamos el riesgo de caer en un período de penuria cultural, y en las consecuencias negativas que eso tendría en todos los ámbitos. Uno a uno podemos muy poco, pero entre todos lo podemos casi todo.

El Presidente de nuestro Patronato ha hecho una acertada valoración del año académico de la Fundación que hoy clausuramos, y un esperanzador avance de lo que va a ser el año que hoy comienza. Y al oírle nos felicitamos de que nuestra Fundación haya seguido y vaya a seguir contribuyendo a promover -desde Soria, desde Castilla y León, desde España, con la cultura hispana como base, ya sea en nuestra propia tierra como en Portugal o en Georgia, en Amberes, en Nueva York o en Roma- a la mejora y la extensión del conocimiento, cumpliendo la misión específica que le encomendamos hace veintiún años y contribuyendo -a su escala- a esa misión colectiva de objetivar nuestro conocimiento del mundo, que uno a uno todos debemos hacer nuestra.

La Fundación ha sabido responder a nuestras expectativas gracias a la dedicación personal de muchos cientos de colaboradores, de su reducido equipo de trabajo, de su ilustre Consejo científico y de su relevante Patronato. Queremos recordar con especial cariño a dos patronos que nos acaban de dejar: Miguel Delibes y Alfonso Escámez, marqués de Águilas; grandes hombres con trayectorias muy dispares, cuya presencia en la Fundación da la medida de la talla de nuestro Patronato, y explica los aciertos que ha venido cosechando. Como los explica la presencia en el Patronato de Margarita Salas, marquesa de Canero, que va a pronunciar ahora la lección inaugural, desde la perspectiva de la ciencia a la que ha dedicado su vida.

En tiempos en que todos estamos especialmente sensibilizados hacia la economía, es importante resaltar que, además de por el caudal humano, la actividad de la Fundación ha sido posible gracias a patrocinios tan constantes como el de Caja Duero, que esperamos que en su nueva etapa futura siga contando con la rentabilidad social que aporta la acción de nuestra Fundación. Acción que sigue siendo posible gracias también a instituciones como la Fundación Marcelino Botín o la Fundación Endesa. Y siempre, y ahora más que nunca, gracias al respaldo decidido de la Junta de Castilla y León, que se sitúa a la cabeza de aquellas administraciones públicas que -como los Ministerios de Cultura y de Exteriores- han sabido valorar la capacidad de generar cultura activa que nuestra Fundación ha ido desarrollando en su trayectoria.

Precisamente esa trayectoria de veintiún años es la que ha merecido para la Fundación el último Premio Castilla y León de las Ciencias Sociales y Humanidades, que tuvimos la satisfacción de recibir del Presidente Herrera, en Salamanca, el pasado veintidós de abril, y que hoy desde este Convento de la Merced la Fundación se honra en brindar a Soria y a todos los sorianos. Este Premio, máximo galardón que se concede en Castilla y León, supone el reconocimiento público de nuestra propia tierra a un esfuerzo colectivo continuado, y es un estímulo para seguir adelante, y para seguir haciendo siempre las cosas lo mejor posible.

La Fundación que lleva nuestro nombre, y que comparte con nosotros y con ustedes el nombre de Soria, va a seguir respondiendo, en los tiempos que nos esperan, ciertamente difíciles porque siempre es difícil el futuro, al reto de continuar aportando algo, con rigor y con seriedad, a la mejora de nuestro entorno cultural, en la medida de nuestras posibilidades. Y para ello, como siempre, seguiremos contando con todos ustedes, con su apoyo y con su confianza.

Una vez más, muchas gracias a todos.