Nueva York, 16 de julio de 2001

Como todos ustedes recuerdan, la anterior edición de este Congreso celebró en Soria parte de sus sesiones, y fue inaugurado en Madrid por Sus Majestades los Reyes, siendo Presidente el Doctor Augustin Redondo. Comparándola con aquella, esta edición que ahora se inaugura resulta ciertamente significativa -como símbolo pero también como realidad- por celebrarse en la capital económica de la primera potencia del mundo, que es también, con más de treinta millones de hispanos, el cuarto país hispanohablante del planeta, que en la próxima década habrá adelantado a España en número de hablantes, si se confirman las tendencias actuales.

Nuestra satisfacción por participar hoy en este Congreso -máxima expresión del hispanismo mundial- es aún mayor por el hecho de que acaban de cumplirse diez años desde que nuestra Fundación y la Asociación Internacional de Hispanistas tuvieran su primer contacto institucional, con ocasión de la reunión de Hispanistas del Este de Europa que promovió nuestro patrono fundador el Doctor Jean Vilar, en Salamanca, en junio de 1991. Ese contacto, iniciado a través de la Doctora EIsa Dehennin -entonces Secretaria General de la Asociación- culminó con el acuerdo de 1993 -siendo Presidente el Doctor Alan Deyermond- por el que la Fundación se honra en proporcionar a la Asociación Internacional de Hispanistas una oficina permanente en nuestra Sede, y facilita desde allí la edición y distribución de los Boletines de la Asociación. No quiero dejar de mencionar el honor que para mi esposo y para mí supuso -y supone- la alta deferencia que la Asociación Internacional de Hispanistas nos dispensó en su Asamblea General de 1995 en Birmingham, al crear ex-profeso para nosotros la categoría de miembros de honor, y ofrecernos así el ingreso en la Asociación Internacional de Hispanistas, que tanta admiración nos merece.

Como muchos de ustedes saben, el objetivo central de la Fundación es colaborar con la Universidad en general, y con el Hispanismo internacional en particular, al estudio, desarrollo y difusión de esta cultura nuestra que se expresa en español, y que compartimos los ciudadanos de un buen número de paises, pero que todos sentimos -ustedes son la mejor prueba- como patrimonio universal. Como ya dije en Amberes (Bélgica) en 1995, también ante una audiencia de hispanistas, en la Fundación Duques de Soria somos bien conscientes de que la lengua española, por su implantación internacional y por el creciente número de personas que la estudian y conocen, es el vehículo fundamental de nuestra cultura. Y creemos que es además una valiosísima herramienta de comunicación: probablemente la mayor riqueza común de los pueblos de habla española. Pero -como Su Majestad el Rey de España dijo en 1994 en un encuentro con nuestra Fundacíón- es importante cuidar aquello que nos aproxima a otras culturas, y no sólo los elementos diferenciales, que nunca deben considerarse exclusivos ni -menos aún- excluyentes.

Hace un año recordaba en Soria, y quiero reiterarlo aquí, que es de capital importancia reforzar los lazos de cuantos formamos parte de esta comunidad universal que se expresa en español, de cuyo destino colectivo -debemos tenerlo bien presente- dependerán en el futuro, en buena medida, nuestros destinos individuales.

El Duque de Soria y yo, desde nuestra básica condición de miembros de la comunidad hispanohablante, y como ciudadanos del mundo que creemos en la cultura como primera clave para asegurar un futuro mejor para la humanidad, queremos dar las gracias más sinceras a todos los profesores, estudiosos e investigadores que van a intervenir de un modo u otro en este Congreso, porque su preparación científica y académica serán el factor fundamental del éxito de esta reunión, cuyo prestigio internacional es cada vez más importante. Y queremos agradecer muy especialmente su esfuerzo a aquellos que han participado en el Encuentro previo organizado por nuestra Fundación, y a sus coordinadores la Doctora Schwartz y el Doctor Redondo.

Como ya dije dirigiéndome a esta Asamblea General de Hispanistas, en 1998 en Soria, la cultura que se expresa en español tiene una deuda permanente con los hispanistas. Nuestra Fundación, en la medida de sus posibilidades, quiere participar en la respuesta de gratitud que debe darse a quienes dedican sus esfuerzos al estudio y a la difusión de nuestra cultura; que no es patrimonio exclusivo de nadie, sino riqueza común que compartimos los miembros de las naciones hispanas con los demás hispanohablantes y con los hispanistas del mundo entero; y que es parte de la cultura universal, y como tal debe ponerse al servicio del entendimiento entre los pueblos.

No queremos acabar sin recalcar, desde este importante foro académico internacional, desde esta prestigiosa Universidad de la Ciudad de Nueva York, la vocación de nuestra Fundación de trabajar en colaboración con cuantas Universidades impartan estudios de español o promuevan los estudios sobre la cultura en español.

Señores hispanistas, queridos amigos: Una vez más, en nuestro nombre y en el de nuestra Fundación, pero también como espontáneos y modestísimos intérpretes de la sociedad española y de la gran comunidad hispanohablante, permitan que el Duque y yo les expresemos nuestro profundo agradecimiento por su dedicación al estudio de lo español. Y nuestros mejores deseos de que sus trabajos en este Congreso sean tan fructíferos y provechosos como cabe esperar.