David Gies en el Aula Tirso de Molina
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David T. Gies es Profesor de Literatura Española en la Universidad de Virginia, y ha dedicado su investigación y su docencia a la literatura y a la cultura de la Ilustración y el Romanticismo, y al cine español. Entre los 15 libros que ha escrito destacaré El Teatro en la España del siglo XIX. Es autor de más de 135 reseñas de libros y de 110 artículos críticos, además de una reciente colección de artículos bajo el título Eros y amistad: Estudios sobre literatura española (siglos XVII y XIX). Ha impartido conferencias en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, Canadá, México y Argentina. Desde 1993 dirige la revista DIECIOCHO centrada en la Ilustración española. En el 2000 su Universidad le concedió su máxima distinción académica: el Premio Thomas Jefferson. En 2007 el Rey D. Juan Carlos le otorgó la Encomienda de número de la Orden de Isabel la Católica. En 2013 fue elegido Presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas, y bajo su mandato la Asociación fijó su sede mundial en este Convento de la Merced. Y en 2016 fue nombrado Presidente de la prestigiosa sociedad hispánica Sigma Delta Pi. Ahora, hace solo unos días, ha sido muy merecidamente nombrado Académico correspondiente de la Real Academia Española.

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«La lengua del futuro»

David T. Gies

Pensemos por un momento en el año 1789. ¿Qué imágenes nos vienen a la mente? Creo que para la gran mayoría de nosotros es la Revolución Francesa, el acto culminante de un siglo de conflicto y transformación que cambió el mundo occidental para siempre.  O, a lo mejor, aquí en España pensamos que es el año inmediatamente posterior al de la muerte de uno de los mejores reyes que ha gobernado el país, el gran monarca ilustrado Carlos III.  Pero yo, que vengo del otro lado de ese charco que nos separa y nos une, pienso en otra revolución, la Revolución Nortemericana.  Aunque «ganamos» la guerra contra Inglaterra y declaramos nuestra independencia en 1776, el año 1789 es fundamental —y acaso más importante— porque es el año del Congreso Constitucional en Filadelfia y de la ratificación de nuestra histórica Constitución.

En este mismo año (1789) una de las figuras más sobresalientes de la historia de los nuevos Estados Unidos de América, Thomás Jefferson, autor de la Declaración de Independencia, se encontraba en el París revolucionario, donde había residido desde 1784. Sucedió a Benjamín Franklin como Ministro Plenipotenciario, y en la capital francesa Jefferson conoció a todos los grandes intelectuales de aquellos días.  Le deslumbraron los cuadros de pintores como Hubert Robert, de Jacques Louis David y de Madame Vigée Le Brun.  Le encantaron las obras teatrales que vio de Racine, Molière o Beaumarchais.  Compró muebles y trastos para su casa en Virginia, Monticello (mandó más de 86 cajas de tesoros a Monticello durante su estancia en la capital parisina). Conoció los espléndidos vinos franceses (y más tarde estableció los comienzos de la que es hoy en día una de las industrias más importantes del estado de Virginia, la vinicultura).  Habló francés, una lengua que había estudiado desde joven (aunque, según su propia confesión, la hablaba basante mal).  Es decir, como era de esperar, fue un gran aficionado a todo lo francés.

Y, desde la capital francesa, le escribió una carta a su sobrino Peter Carr, en la que le anima a estudiar el francés. En esta carta, fechada en 1785, le aconseja: «You are now I expect learning French. You must push this: because the books which will be put into your hands when you advance into Mathematics, Natural philosophy, Natural history, &c. will be mostly French, these sciences being better treated by the French than the English writers.» [Me imagino que estás aprendiendo el francés ahora. Debes aplicarte, porque los libros de Matemáticas, Filosofía Natural, Historia Natural, etc., estarán en francés; los escritores franceses tratan estas materias mejor que los escritores ingleses]. Peter Carr sí que estudiaba el francés —la lingua franca de la diplomacia en el siglo XVIII— pero también estudiaba el italiano, una lengua que Jefferson apreciaba mucho (él había pasado un tiempo en Italia, y uno de sus mayores logros, el diseño y construcción de la Universidad de Virginia, se inspiró en la obra del gran arquitecto italiano Andrea Palladio —La Rotonda en Vicenza). ¿Le recomienda a Peter que siga sus estudios de italiano?  A pesar de lo que cabría suponer, la respuesta es negativa. Jefferson pronto se cambia de opinión y comienza a recomendar a su sobrino que estudie no el italiano, sino otra lengua que en su opinión iba a jugar un papel muy importante en el futuro. ¿Qué lengua es esa? El español. «Our future connection with Spain renders that the most necessary of the modern languages, after the French.» [Nuestra futura conexión con España hace que el español sea la más necesaria de las lenguas modernas, después del francés.] Es decir, en este momento de su vida, a Jefferson le interesa el español, pero favorece el francés.  Primero el francés y luego el español.

Bien. Esto en 1785.  Dos años más tarde, en una carta a su futuro yerno, Thomas Mann Randolph, detectamos una evolución en su pensamiento cuando enfatiza la importancia que tiene el español en el Nuevo Mundo. «Next to this [French] the Spanish is most important to an American. Our connection with Spain is already important and will become daily more so. Besides this the ancient part of American history is written chiefly in Spanish.»  [Después de este idioma (el francés) el español es el más importante para un americano.  Nuestra relación con España ya es importante y será aún más importante cada día. Además de eso, la mayor parte de la historia americana está escrita en español.]  Ahora, Jefferson piensa que dos idiomas tienen importancia: el francés y el español.

Pero por fin, Jefferson se entrega completamente al español y dice, «Bestow great attention on this, and endeavor to acquire an accurate knowledge of it. Our future connections with Spain and Spanish America, will render that language a valuable acquisition. The ancient history of that part of America, too, is written in that language. I send you a dictionary» [Presta gran atención a esta lengua e intenta adquirir un conocimiento preciso de ella. Nuestras futuras relaciones con España e Hispanoamérica harán que el español sea una adquisición valiosa. La historia antigua de esa parte de América está escrita en ese idioma (…) Te mando un diccionario.]

Los consejos de Jefferson a su sobrino nos sorprenden.  Primero, expresa miedo de que una persona que intenta aprender las tres lenguas (y luego usarlas en conversación) se confunda («nunca he visto a una persona que intente hablar las tres lenguas sin mezclarlas»). (Uf! ¡Mis fracasados intentos de hacerlo tan solo en español prueban que Jefferson tenía razón!). Segundo, aunque reconoce el valor del francés en el mundo en que se movía, Jefferson recomienda el estudio del español.

¡Qué personaje más visionario!  El crecimiento del español en EEUU es un fenómeno antiguo y moderno (recordemos que el español fue la primera lengua de este país. Recordemos también que el español NO FIGURÓ tradicionalmente en las lenguas que se estudiaban en los EEUU.  Un informe titulado «The Yale Report» de 1828 recomendaba el estudio del latín y griego.  En 1893 un grupo llamado The Committee of Ten insistió en el estudio del latín, el griego, el alemán y el francés.  (Nada de español).  Pero si hoy volviera Jefferson, se quedaría absolutamente alucinado por el profundo impacto que tiene el español en el mundo, y en su mundo, la América que él ayudó a establecer.

Pero ese trayecto no ha discurrido siempre sin controversia.  A pesar de las raíces históricas que unen a los Estados Unidos con España, el crecimiento del español en Norteamérica no ha sido fácil.  Les cuento un anécdota que revela que siempre ha habido resistencia (por no decir plena ignorancia) contra todo lo que no fuera el inglés en Estados Unidos.

Hace unas décadas, la gran corporación General Motors decidió vender un coche que había tenido mucho éxito en su país a los residentes de Centro y Sudamérica.  Prepararon una campaña de márketing, contrataron a un equipo de técnicos y expertos, pusieron un precio asequible y esperaban repitir el éxito que el coche, el Chevrolet Nova (nombrado en honor del fenómeno nuclear que produce una luz deslumbrante en los cielos), había tenido al norte del Río Grande.  Pero, nada.  No se vendió.  Fue un desastre, un fracaso notable.  No se entendía.  ¿Qué pasó?  ¿Por qué no compraron este coche los mexicanos, chilenos, argentinos o caribeños?  Fruncieron el ceño.  Lloraron.  Se acusaron mutuamente. Algunos perdieron sus puestos de trabajo. Nadie se dio cuenta de que el nombre que le habían puesto al coche —Chevy Nova— no significaba en español nada de estrellas nucleares ni luces deslumbrantes, sino sencillamente que el coche «NO VA.» Es decir, querían vender un coche que anunciaba que «El Chrevrolet NO VA.»  Se supone que Vds. tampoco comprarían un coche que «no va.»

Bueno. Hoy en día se aprecia más la diversidad, la importancia del multilingüismo en el mundo y el impacto de la globalización.  Hay que reconocer que el inglés es hoy en día la lingua franca para muchos, y los alumnos que aprenden el inglés tienen más oportunidades económicas y culturales que los que insisten en limitarse a conocer solo una lengua. Pero también reconocemos que no todo el mundo habla inglés y que es importante —fundamental— hablar la lengua que usa la gente.

Por eso volveré al tema del español en Estados Unidos.  Muchas empresas sí comprenden la importancia de este sector hispanohablante.  Les pongo un ejemplo:  en 1986, un empresario libanés, Antonio Swad, abrió una pizzería en Dallas, Texas, llamada Pizza Pizza. El barrio en que estableció la tienda era un barrio hispánico, pero Swad no hablaba nada de español. Se dio cuenta inmediatamente de la importancia de tener empleados hispanohablantes, empezó a producir pizzas con (por ejemplo) chorizo (al gusto de su clientela —una pizza se llama «La Mexicana») y cambió el nombre de la tienda de Pizza Pizza a Pizza Patrón.  Tuvo éxito y a los dos años abrió una segunda tienda.  Hoy, Pizza Patrón tiene más de … 100 restaurantes en Texas y California. Dicen que los hispanohablantes ya son dueños y empresarios de casi 3 millones de negocios, y su aumento (es decir, el de los dueños hispanohablantes de empresas y negocios) es el doble de lo normal.

Casi un 20 por ciento de la población de mi país habla español, y muchas personas hablan español exclusivamente.  Es decir, no saben inglés.  Podemos quejarnos de esa realidad, negar su existencia y crear barreras (o construir murallas), pero una policía lingüística nunca va a poder (y no debe) reprimir la lengua de la gente que quiere usarla.

Jefferson no fue el único sabio norteamericano que vio la importancia del español para EEUU.  El gran poeta Walt Whitman, autor de Hojas de hierba, también escribió en el año 1883, lo siguiente:

To that composite American identity of the future, Spanish character will supply some of the most needed parts.  No stock shows a grander historic respect —grander in religiousness and loyalty, or for patriotism, courage, decorum, gravity and honor.

[A esa identidad compuesta americana del futuro, el carácter español va a añadirle algunos de los elementos más necesarios. No hay ninguna gente que demuestre mayor respeto histórico, mayor religiosidad y lealtad, mayor patriotismo, mayor decoro, valentía, gravedad y honor.]

El Centro de Estadísticas de EEUU publicó recientemente una información que indica que los hispanos ahora gastan más de 1,5 billones de dólares cada año.  Una tercera parte de estos hispanohablantes tiene menos de 18 años de edad.  Como ya he dicho, casi 3 millones de negocios y empresas pertenecen a hispanohablantes. Los cuatro canales de televisión más importantes (NBC, ABC, CBS, Fox) han perdido clientes en los últimos años, pero Univisión ahora llega a más jóvenes cada hora que todos los otros juntos.  La población hispanohablante es más fiel a las marcas, un detalle que les encanta a los que anuncian y venden productos.

Jefferson y Whitman tenían razón al reconocer la importancia del español en EEUU.  Es una lengua fuerte en ese país y ya no es lengua «extranjera», sino primera o segunda lengua para muchos.  Existen numerosos datos para comprobar que hoy en día hay más hispanohablantes en Estados Unidos que en el país que plantó la semilla de esa lengua en el Nuevo Mundo, es decir, España. España tiene 46 millones de habitantes; los Estados Unidos tiene 53 millones de hispanohablantes.  [Ver mapa] El español es la segunda lengua más usada en Facebook y Twitter; la tercera en Internet (y no digo solo en EEUU sino en todo el mundo). Muchas escuelas primarias ofrecen clases bilingües, en las que los alumnos estudian sus asignaturas tanto en inglés como en español (tan solo en la ciudad de Nueva York existen 180 programas bilingües; no todos son de español, naturalmente, pero el español domina). En Utah, un estado sin raíces hispánicas, un 9% de los alumnos estudian dos lenguas; en Oregon, es un 10%.  Hay escuelas monolingües también, donde el uso del inglés, si no está exactamente prohibido, por lo menos se desaconseja.  En las escuelas secundarias, es el español la asignatura de lengua más solicitada (algunas escuelas tienen dificultades para encontrar un suficiente número de maestros con los que atender esa demanda).  [Forges cartoon: «Se busca profesor de español»].  En la gran mayoría de las universidades norteamericanas, el estudio del francés, el alemán y las lenguas clásicas (latín, griego) —las lenguas que hace 20 años dominaban el plan de estudios— desciende vertiginosamente, mientras que miles de alumnos no encuentran plazas en las aulas de español por el creciente número de jóvenes que insisten en aprender ese idioma.  Según la Modern Language Association, en 2015 había casi 800,000 alumnos tomando cursos en español en la universidad; más de 3 millones en las escuelas secundarias.  Las otras lenguas no resisten la comparación [chart].

Se sabe también que hay un bilingüismo callejero e incluso oficial en muchos estados norteamericanos, como California, Arizona, Tejas y Florida, pero se reconoce menos la presencia de lo hispano en Wyoming, Iowa, New Hampshire, Virginia u otros estados que no se encuentran en la frontera entre EEUU y México.  Según el New York Times, cada vez más personas angloparlantes ven el bi-culturalismo y el bi-lingüismo como una estrategia importante en la nueva economía global (9 octubre 2015). En los Estados Unidos hay más de 5000 oficiales elegidos que son de origen latino o hispano.  Como se sabe, el español es lengua oficial de las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Organización Internacional del Comercio (World Trade Organization), y la NAFTA (North American Free Trade Association).

Tan solo en EEUU un 75% de los que llamamos «indocumentados» no solo hacen trabajos que muchos en mi país ya no quieren hacer (jardinero, cocinero, limpieza, servicio doméstico, pintura, mantenimiento urbano), sino que pagan impuestos a la Seguridad Social (según estas estadísticas, esta gente añade unos $15 mil millones, pero solo usan menos de $2 mil millones en servicios). En total, han contribuído con unos $300 mil millones a la Seguridad Social. Un estudio de hace una década, de la Universidad de California en Los Ángeles, reveló que la desaparición de los mexicanos no documentados en EEUU provocaría una caída de $220 billones en el poder económico del país. Es decir, los hispanohablantes están bien integrados en la economía local y nacional, y contribuyen al bienestar de los Estados Unidos.

Pero el inmigrante español y el hispanoparlante no siempre han tenido una presencia tan obvia en este país, como sugiere el nuevo libro de James D. Fernández y Luis Argeo, Invisible Immigrants: Spaniards in the US, 1868-1945 (2015).

«Inmigrantes invisibles». Pues, sí: a pesar de la extraordinaria presencia de los hispanos en EEUU, a pesar del ruido y alto volumen del debate político (con frecuencia xenófobo y racista, hay que decirlo) sobre (es decir, contra) lo hispanohablante en EEUU, la gran mayoría de los estadounidenses simplemente no tiene idea de lo profundamente arraigada que está la lengua española en su país.  Mi teoría hoy es bien sencilla:

A pesar de la omnipresencia de la lengua española en el discurso diario en los Estados Unidos, la gran mayoría de los norteamericanos no la ven, no la perciben y no son conscientes de su existencia.  En el tiempo de que dispongo para la exposición de esta tesis sólo puedo ofrecer unas líneas generales, dar unos cuantos ejemplos y sugerir varias categorías de este español «invisible» en EEUU.

Muchas empresas ya reconocen la presencia (y la importancia del poder adquisitivo) de la población hispana.  Todos en mi país hemos tenido esta experiencia: solo hay que llamar a cualquier compañía nacional (o multinacional) para oír el famoso, «Para continuar en español, marque el nueve», lo que habla por sí solo de la gran cantidad de hispanohablantes que usan los servicios o compran productos de dichas empresas.

Hoy en día, en EEUU el español se ve 1) en publicaciones oficiales del gobierno; 2) en el transporte público; 3) en anuncios y páginas web de empresas, bancos y tiendas; 4) en instrucciones para aparatos; 5) en avisos y advertencias de todo tipo; 6) en instituciones educativas y culturales (como universidades, museos, etc.); 7) en establecimientos de hostelería; 8) en el sector de la medicina y la salud; y 9) en productos de consumo. [ELABORATE THESE]

Se nota, sin embargo, que ese bilinguismo no ha llegado todavía a un estado de perfección.  Por ejemplo, en esta traducción se confunde «expulsión» con «eyaculación» (cosa que puede meterle a uno en líos, digo yo).  O, cuando «salida» se confunde con «éxito».  O, cuando la diferencia entre «bebe» y «bebé» se pierde. El peligro de la traducción directa, en manos de un alumno del primer año de estudio, es notable (washing: explain it).  O (mi último ejemplo), cuando un sustantivo se mezcla con un verbo: agua (el líquido con el verbo aguar) y vino (la bebida con el verbo venir).   En inglés, estas «traducciones» —y otras («mano se llava….») no tienen ningún sentido.

Algunos escépticos se preguntan, «¿Qué valor tiene el español si la lengua de EEUU es el inglés?  ¿Si todo el mundo aprende inglés?  ¿Si el inglés es la lingua franca del comercio internacional?  ¿Por qué hay que aprender una segunda lengua?  Bueno, los expertos que han estudiado el tema tienen respuesta.  Y yo, usando lo que ellos nos han enseñado, les digo a mis alumnos:

1) El español te sirve para estar al día con la cultura y la cultura popular.  La influencia hispánica es enorme en la música, en el cine, en la comida (paella, tortilla, burritos, ceviche, tamales –todas son comidas populares en mi país).  («Yo quiero Taco Bell»).  Pero también la influencia de Cervantes, de García Márquez, de Goya, de Picasso, de Dalí y un sinnúmero de escritores y artistas conocidos en todo el mundo.

2) El español puede protegerte contra el Alzheimer:  los científicos han probado que el aprender dos lenguas ayuda la memoria y protege la agudeza mental. También aumenta la creatividad. Es decir, eres más inteligente si estudias una lengua extrangera.

3) El español ayuda en los negocios, no sólo para comunicarse con los colegas, sino también para reconocer el enorme poder adquisitivo de la población hispanohablante.

4) Como ya hemos visto, guste o no guste, el español está por todas partes:  en el supermercado, en la tele, en los aparatos domésticos, en el trato diario.  No se puede (ni de debe) evitar.

5) Si sabes español, serás un viajero mucho más preparado, y la experiencia turística te enriquece.

6) Es más fácil conseguir un empleo si hablas español en EEUU.  Muchas profesiones hoy en día exigen un conocimiento del español, o, por lo menos aumenta tu productividad (finanzas, negocios, salud, medicina, educación, gobierno, derecho, servicios sociales).

7) El estudiar el español te ayuda con tu inglés (y vice versa):  gramática, estructura, corrección, vocabulario.

8) Si sabes español e inglés, es más fácil aprender una tercera lengua.  Y el español es más fácil que muchas otras lenguas:  no tiene tonos como el chino, no tiene forma incomprensible de escribir las palabras como el francés, no va de la derecha a la izquierda como el árabe, etc.  El español es una lengua fonética: en general, lo que ves es lo que pronuncias.

9) Tus hijos y nietos van a hablar español.

Naturalmente, algunos individuos sí que toman nota de este bilingüismo (macarrónico o no), pero lo rechazan.  Por ejemplo, cuando le preguntaron al presunto candidato republicano a la presidencia norteamericana, Donald Trump, si hablaba español, su respuesta reflejó la actitud de determinado sector de la población.  «No,» contestó tajantemente. «Este es un país angloparlante, ¿no se da cuenta Vd.?» ¿No sabe el Sr. Trump que los Estados Unidos NO TIENEN una lengua oficial?  Es decir, el inglés NO es la lengua oficial del país.  Le acusó a su adversario político Jeb Bush (casado éste con una mujer de origen mexicano) de «hablar mexicano.» Hay otros casos tristes en los que un angloparlante expresa «incomodidad» al tener que «oir» o «sufrir» demasiado español en un hospital, por ejemplo, o, caso más sorprendente, durante una misa en una iglesia católica (Christerson 92).  Se confunden a los mexicanos con todos los hispanos («estos son mexicanos ilegales de Guatemala y Honduras»). Creen —y lo dicen en voz alta, cosa que le deja a uno con la boca abierta— que todos los hispanos son drogadictos (Donald Trump) o violadores (Donald Trump) o asesinos (¿necesito decirlo? Donald Trump).  Trump no es el único en promocionar estas ideas perversas.  Un nuevo libro, publicado hace nada en Texas, insiste en que los inmigrantes traen «pobreza, drogas, crimen y explotación» a EEUU y que quieren «destruir esta sociedad.»  Y este libro puede llegar a ser un «libro recomendado» para las escuelas públicas de Texas.

En un blog de signo derechista («Coston’s Complaint») puede leerse (en inglés, claro está) una protesta contra la frecuencia del español en el discurso diario norteamericano (empresas, escuelas, gobierno, prensa).  El verbo que usa el bloguero para hacer resaltar la presencia del español en, por ejemplo, las señales de tráfico ya indica su postura ideológica:  el español —según él— «esparce desperdicios» (litter, basura) por —o «ensucia»— el país.  Luego, amenaza apocalípticamente. imitando una retórica bíblica— que «Nosotros como nación desapareceremos de la Tierra» («We as a nation shall perish from the Earth»). Según esta torcida lógica, si continuamos usando el español, el mundo se acabará.

No vamos a desaparecer.  El mundo no se va a acabar.  Estamos viviendo un momento importante en la historia de la globalización (Ramazani 35).  Las lenguas hoy en día tienden a entremezclarse, dando como resultado una diglosia o una poliglosia que nos enriquecen a todos.  Es más:  un detalle que algunos norteamericanos olvidan es que el español existió en EEUU antes de la llegada del inglés.  Es una lengua con tradiciones y raíces e historia.  El antiguo México consistía en lo que hoy es gran parte de los Estados Unidos.  Los norteamericanos usamos palabras en español todos los días, sin darnos cuenta de que el origen de dichas palabras es el español:  Nevada, California, Florida, Colorado, Los Angeles, Montana, San Antonio, Sacramento, Luisiana, etc, etc.

Contamos este chiste en mi país:

«¿Cómo se llama una persona que habla dos lenguas?» (bilingüe)

«¿Cómo se llama una persona que habla tres lenguas?» (trilingüe)

«¿Cómo se llama una persona que habla solo una lengua?» (Un norteamericano)

Jefferson aprendió el español con una ejemplar (prestado) de Don Quijote, detalle digno de ser destacado en 2016, aniversario de la muerte del gran novelista Miguel de Cervantes.  Le regaló otros ejemplares del Quijote a sus hijas Marta y María para que aprendieran ellas el español (quería que leyeran por lo menos 10 páginas en el original, cada día). «No puedo vivir sin libros,» escribió.  (Por cierto, cuando los malignos ingleses quemaron la capital, Washington, en 1814, Jefferson —que tenía la biblioteca personal más importante de EEUU, donó sus libros a lo que llegó a ser luego la impresionante Library of Congress).  Cuando murió en 1826 en Monticello, Jefferson tenía en su bibioteca un ejemplar personal de la novela.

Aquí, para concluir, no puedo resistirme a parafrasear al gran poeta Gabriel Celaya.  «La poesía es un arma cargada de futuro,» escribió en 1955.  Pues, yo diría: «El español es un arma cargada de futuro.» A pesar de la negatividad de los críticos, que ven en este fenómeno una amenaza contra «nuestra» identidad cultural norteamericana, creo que esa vitalidad es un beneficio que une nuestro mundo.  El español ES el futuro.  Y ese futuro es un lugar lleno de oportunidades culturales y económicas, y asegura un mundo libre y democrático.