El duque de Soria, D. Carlos Zurita, aseguró que el «reto, ahora, es conseguir que otros más jóvenes y con más vigor, pero con nuestro mismo entusiasmo, tomen el relevo para que la fundación siga haciendo su labor»

El presidente de la FDSCCH, Rafael Benjumea, avanzó en su discurso que la Fundación Duques de Soria está organizando para finales del próximo mes de septiembre un Homenaje al Hispanismo Internacional.

Eduardo Martínez de Pisón
© FDSCCH

SORIA, 4 de julio de 2018.-

La Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica (FDSCCH) celebró este miércoles, 4 de julio de 2018, su Acto Académico Anual en el Aula Tirso de Molina, de Soria, con la lección magistral impartida por el Catedrático Emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid Eduardo Martínez de Pisón (Valladolid, 1937), que, además de geógrafo, escritor y alpinista, dirige desde 1999 el Instituto del Paisaje de la FDSCCH.

El acto estuvo presidido por los Duques de Soria, SAR la Infanta Doña Margarita y el Dr. Carlos Zurita, junto con el presidente de la Fundación Duques de Soria, Rafael Benjumea y el presidente de la Diputación de Soria, Luis Rey.

Palabras del Duque de Soria en el Acto Académico Anual de la FDSCCH

Excelentísimas e ilustrísimas autoridades, señoras y señores.

Mi esposa la Infanta Margarita y yo agradecemos enormemente su presencia aquí, un año más, en este acto académico anual.

Como agradecemos la presencia en la sala de exposiciones del Palacio de la Audiencia (amablemente cedida por el Ayuntamiento), esta misma tarde, de quienes nos han acompañado a inaugurar la exposición de obras de arte de la Nueva Colección de Pilar Citoler, que nos acompaña hoy y ha tenido la gentileza de cedernos otra vez obras de sus colecciones, como ya hizo en 2009, para que puedan disfrutarlas en Soria los amantes del arte.

Nos acompaña en la mesa el Presidente de la Diputación de Soria, Don Luis Rey, subrayando así la estrecha vinculación con la Fundación, desde que esa Diputación cedió generosamente a nuestra Fundación el usufructo de esta Convento de la Merced.

En el último Patronato de la Fundación tuvimos el placer de conocer al nuevo Rector de la Universidad de Valladolid, don Antonio Largo, que se excusó de acompañarnos hoy por coincidencia con un doctorado honoris causa, y que envía en su nombre al Vicerrector del Campus, don José Luis Ruiz Zapatero, para subrayar lo que sin duda va a ser una nueva etapa de colaboración activa entre nuestra Fundación y la Universidad.

El año pasado iniciamos esta intervención en este mismo foro con una referencia a las tres décadas de vida de nuestra fundación, recordando cuando nació, en 1989.

Aquello fue el resultado de un esfuerzo colectivo del que esta fundación es solo un exponente más. Debemos mantener con tenacidad y constancia nuestra vocación por seguir ampliando el conocimiento científico y humanístico, por seguir cultivándolo -eso es precisamente la cultura- y por seguir transmitiéndolo a las siguientes generaciones, mediante la educación, que es -nadie lo duda- la clave del progreso humano

Así pues, no podemos dejarnos llevar por la autocomplacencia, y contemplando lo realizado en estos treinta años pararnos a descansar disfrutando de la íntima y justificada sensación de la misión cumplida. No podemos hacerlo, y no lo haremos.

Nuestro reto, ahora, es conseguir que otros más jóvenes y con más vigor, pero con nuestro mismo entusiasmo, tomen el relevo para que la fundación siga haciendo su labor en áreas que no reciben el foco de la atención pública, pero que calladamente van construyendo los cimientos sobre los que debe asentarse esa sociedad mejor que todos queremos construir.

Cada uno de nosotros, cada individuo, percibe su entorno, mide lo que le rodea y valora la sociedad en que vive, tomándose a sí mismo como escala. Bien lo saben los estudiosos de nuestro Instituto del Paisaje, cuyo Director, don Eduardo Martínez de Pisón, va a pronunciar a continuación la lección magistral.

Por eso, porque cada ser humano es la escala con la que mide el mundo, la Infanta y yo, para resaltar la necesidad de implicar a nuevas generaciones en la fundación, pedimos hace unos años a nuestra hija María que se uniera a nuestro Patronato.

Y por eso hoy, desde nuestra nueva perspectiva de abuelos, percibimos en primera persona, con un íntimo sentimiento de felicidad ante la llegada de una nueva generación, la realidad del relevo generacional personalizada en nuestro nieto Carlos.

Y lo percibimos sabiendo que la llegada de nuevas generaciones es una puerta abierta a la esperanza, porque con la transmisión de vida los seres humanos transmitimos también los valores y conocimientos que han ido acuñando y acumulando las generaciones que nos han precedido, incluso aquellas que ya han quedado olvidadas en la neblina de tiempos remotos.

Desde esa esperanza en el futuro, y en nuestra capacidad de transmitir el entusiasmo por la continuidad de nuestra labor, estamos apoyando decididamente al Centro Internacional Antonio Machado, que desde este mismo espacio de Soria se ocupa de la enseñanza de nuestra cultura y de nuestra lengua a quienes se interesan por ellas porque son comunes a cientos de millones de personas en todo el mundo.

Y apoyamos también, en solitario y sin ayudas, pero con todas nuestras fuerzas, la implantación en este Convento de la Merced, desde 2013, de la sede mundial de la Asociación Internacional de Hispanistas, presente en los cinco continentes.

No nos ha desanimado saber que para muchos este hito extraordinario y sin precedentes ha pasado desapercibido y que por ello se está desaprovechando mucho del enorme potencial que para Soria, para Castilla y León, y para España, podría tener si contara con los recursos precisos.

Una de las metas que se había planteado la Fundación, y de la que hablamos el año pasado, se va a materializar a finales de septiembre de este año, con la Presidencia de Su Majestad el Rey.

Con ayuda de nuestros patronos el hispanista francés Jean François Botrel y Darío Villanueva, Director de la Real Academia Española, del hispanista norteamericano David Gies, y de la fundación Unicaja, nuestra fundación está organizando un homenaje de reconocimiento y gratitud del mundo hispánico (no solo de España) al colectivo de hispanistas no hispanos que sin pertenecer al ámbito de nuestra cultura dedican por elección personal su vida profesional a estudiar y difundir los valores de esta cultura nuestra que es universal en buena medida gracias a ellos.

Esta es una deuda que los hispanos de todo el mundo tenemos con ese plantel de embajadores espontáneos que nos promocionan con entusiasmo desde su condición de profesores en países ajenos a la cultura hispánica.

Nuestra fundación ha trabajado desde siempre para reconocer esa deuda impagable, y después de treinta años vamos a dar a esa labor extraordinaria de los hispanistas no hispanos el reconocimiento público que se merecen, por parte de todo el mundo hispánico.

Esa visibilidad pública se va a dirigir a los grupos de comunicación que operan en España y en Hispanoamérica, a las empresas multinacionales que operan también en esos mismos ámbitos, y al sector de jóvenes empresarios que están construyendo el futuro empresariado hispanoamericano.

Con la notoriedad pública que ese homenaje dará al hispanismo internacional, la fundación habrá cumplido uno de sus objetivos. Y esperamos que a partir de ahí podamos crear un observatorio permanente del hispanismo que opere desde Soria para todo el mundo.

Esta proyección pública será el mejor banderín de enganche para incorporar en el proyecto de nuestra fundación a esas nuevas generaciones de las que depende el futuro de las numerosas iniciativas que en estos treinta años hemos abordado con éxito y que han dado prestigio cultural y académico a Soria, a Castilla y León, y a España.

Por eso hoy, la Infanta Margarita y yo queremos transmitir un mensaje único, un mensaje de fundada esperanza en el futuro, y de plena confianza en las generaciones jóvenes que van a construirlo.

Muchas gracias.

Discurso del presidente de la FDSCCH, Rafael Benjumea

Sr. Alcalde, Sr. Presidente de la Diputación, Sr. Vicerrector del Campus, ilustrísimas autoridades, queridos amigos de la Fundación………….

Un año más, con renovadas ilusiones, hemos convocado este Acto Académico Anual de la Fundación Duques de Soria de Ciencia y Cultura Hispánica, como cada año en esta Aula Magna del Convento de la Merced, nuestra casa gracias a la generosa cesión de la Diputación, y que desde hace 5 años es también sede mundial de la Asociación Internacional de Hispanistas.

En estos últimos años, la Fundación viene atravesado situaciones difíciles en lo económico que todavía no son totalmente del pasado. Pero esto no impide que encaremos el futuro con ilusión, optimismo y sobre todo con determinación. Porque, lejos de dejarnos amedrentar por las dificultades, las hemos sabido encarar con la ayuda de nuestros voluntarios, desde la decisión de llevar adelante el proyecto de la Fundación, en el que tan firmemente creemos.

Con el ánimo de contribuir a los intereses generales de la cultura y al enriquecimiento científico de España, así como al desarrollo de Soria como centro de irradiación cultural, la Fundación lleva a cabo, desde Castilla y León, programas relacionados con diferentes áreas del saber. Haré ahora un breve recorrido de algunas de las iniciativas recientes o en curso de la Fundación.

Permítanme, antes de nada, que empiece haciendo una mención especial a la Medalla al Mérito a las Bellas Artes que en febrero de este año tuve el honor de recibir en Málaga, de manos de Sus Majestades los Reyes y en presencia de nuestros Presidentes de Honor. Este importante galardón, concedido por el Consejo de Ministros, distingue a personas y entidades que hayan destacado en el campo de la creación artística y cultural o hayan prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura o en la conservación del patrimonio artístico. Es por ello que, desde la Fundación, nos sentimos especialmente orgullosos de aportar nuestro granito de arena en el estudio y conservación del patrimonio y en el fomento y difusión de la cultura, y de haber recibido por esta labor tan importante reconocimiento público.

En el mes de abril la Fundación organizó, con las Universidades de Valladolid y Salamanca, el Encuentro sobre Fronteras de la Ciencia, este año en la Facultad de Ciencias de Valladolid, en memoria de Stephen Hawking. El año 2018 está resultando especialmente significativo para la Física y, tal y como se está constatando, también para la percepción de la sociedad acerca de los últimos avances científicos. La particularidad de este encuentro es que está dirigido al alumnado universitario de ciencias, especialmente de Física, y en él se abordan los principales avances en la materia.

El Palacio de las Academias de Bruselas acogió a finales de febrero la ceremonia de entrega de la tercera edición del Premio Duques de Soria de Hispanismo para la mejor tesis de máster en literatura hispana en Bélgica. Rahel Teicher, estudiante de doctorado de la universidad de Lieja, fue la triunfadora en esta edición. El Duque de Soria, don Carlos Zurita,  destacó en Bruselas el trabajo de los estudiantes que optaron al premio y expresó su profunda admiración por todos ellos. La primera vez que se otorgó este galardón fue en febrero de 2014, y está convocado y patrocinado por la Fundación, con el respaldo del profesor Robert Verdonk, director de nuestra Cátedra Carlos V en la Universidad de Amberes. El jurado estuvo compuesto por catedráticos de la Universidad de Salamanca y de Valladolid, así como por Darío Villanueva y Carme Riera, de la Real Academia Española. La Fundación también hizo entrega en febrero de los Premios Carlos V a los mejores estudiantes de español del Lectorado de la Universidad de Amberes, que la Fundación sostiene desde hace más de 20 años. Este Premio de Hispanismo, que tanto debe a la vocación hispanista y a la generosidad del Profesor Verdonk, es la culminación de la Cátedra Carlos V, nacida en 1990, en el Paraninfo de la Universidad de Gante, que fue nuestra primera actuación fuera de España apenas un año después de creada la Fundación. Quiero dedicar un recuerdo al Profesor Jacques de Bruyne, fallecido en diciembre pasado, que fue el primer Director de la Cátedra.

En abril pasado, en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, de Valladolid, la Fundación convocó la XIX Jornada de Periodismo y Literatura. José Ortega Varela, presidente de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, pronunció la lección magistral “Noticias falseadas: la realidad de la imagen”, después de una mesa redonda dirigida a los estudiantes de periodismo sobre “Periodismo de calidad frente a noticias falsas”, que concluyó que el periodismo de calidad es la mejor arma para combatir las noticias falsas viralizadas a través de redes sociales, que pueden poner en peligro nuestra sociedad.

Tras la lección magistral de José Varela Ortega, la Fundación entregó el premio Cámara de Oro a Antonio Pereda Martínez, de la Televisión de Castilla y León por su trayectoria como operador de cámara y reportero audiovisual de televisión. El Premio “Cámara de Oro” de Castilla y León, creado por la Fundación, estrenaba así su 1ª edición en esta su primera edición. La mesa redonda, moderada por Luis Jaramillo, contó con la directora de Radio Televisión Española Castilla y León, María Ruth Rodríguez; el director de ‘El Mundo – Diario de Castilla y León’, Pablo Lago; el delegado de la agencia EFE en Castilla y León, Gorka Ruiz; y el director de ‘Tribuna de Valladolid’, Félix Ángel Carreras. Como en pasadas ediciones, el trabajo de coordinación de la Jornada corrió a cargo del periodista y poeta Jesús Fonseca Escartín.

Por su parte, el Centro Internacional Antonio Machado sigue su camino, empezado hace ya cinco años, y paso a paso continúa consolidándose para llegar a ser un referente para estudiantes extranjeros que busquen la inmersión en nuestra lengua y nuestra cultura. El Centro Internacional Antonio Machado, que se creó en 2013, recoge la experiencia de la Fundación Duques de Soria en la organización de cursos, seminarios y actividades académicas relacionadas con el estudio y la difusión de la Cultura Española, con especial referencia a la Lengua, en colaboración con las más destacadas instituciones académicas e investigadoras de nuestro país, como el Instituto Cervantes, la Real Academia Española, o las Universidades de Salamanca, Valladolid o Complutense de Madrid, así como con el hispanismo internacional a través de la Asociación Internacional de Hispanistas. Junto a toda esta experiencia, cuenta con el impulso creativo de uno de sus fundadores, el escritor José Ángel González Sainz. El Centro recibe cada año, sobre todo de abril a octubre, alrededor de 300 alumnos, provenientes de Estados Unidos, Italia, Egipto, China, Bélgica, Suiza, Francia, Turquía, Marruecos, India e Inglaterra.

Este verano el Centro Antonio Machado ha organizado el curso Las Lecturas de los Místicos españoles, a cargo de Denise DuPont, profesora de la Southern Methodist University, Dallas (EEUU).

También se siguen organizando Los encuentros de Soria, que se celebran todos los veranos en el Centro Antonio Machado con la colaboración del Ayuntamiento de Soria, la Fundación Duques de Soria y Soria Edita, bajo la coordinación de González Sainz.Este año Los encuentros de Soria incluyen dos ciclos distintos: Los mitos literarios y la construcción de relatos y las Literaturas laterales. Biografías.

Por otro lado, la Fundación Duques de Soria ha convocado un verano más su ciclo de Confesiones de autor. Como en ocasiones anteriores, este ciclo congrega a varios relevantes escritores del momento para que expliquen en público los propósitos de su obra. De este modo, seguimos contemplando mediante este programa un panorama rico y completo sobre nuestras letras más próximas, mediante la presencia viva de sus principales protagonistas. Este año los ponentes serán Vicente Molina Foix, Paloma Díaz-Mas y Luis Alberto de Cuenca.

Hace poco más de un mes, concretamente el 1 de junio pasado, la Asociación Internacional de Hispanistas se reunió en su sede internacional, ubicada en este Convento de la Merced. La reunión de trabajo estuvo dirigida por su presidente, Aurelio González, y contó con la presencia del resto de la Junta Directiva, con representantes de numerosos países.

El próximo otoño se celebrará en la Real Academia de la Historia el acto de nombramiento del próximo titular de la Cátedra Valdeavellano, que este año ha recaído en Dña. Carmen Sanz, de la RAH.

Para terminar, quiero avanzarles que la Fundación Duques de Soria está organizando para finales del próximo mes de septiembre un Homenaje al Hispanismo Internacional, que tendrá lugar en Madrid. Este merecido y necesario homenaje es una deuda de todos los países del mundo hispánico con los hispanistas ajenos a este mundo, la mayoría de ellos profesores que difunden entre sus alumnos el entusiasmo por la cultura en español. El Homenaje se hará al máximo nivel, reunirá a hispanistas de 32 países, y estarán invitados a sumarse al Homenaje todos los países del mundo hispánico.

Desde este foro, la Fundación reitera su agradecimiento a todos los que colaboran con la Fundación de un modo u otro. Y de forma especial a D. Eduardo Martínez de Pisón y los miembros de nuestro Instituto de Paisaje, que encabezan el elenco de los muchos voluntarios que permiten mantener activa la Fundación.

En esta categoría están todos los miembros del Patronato y con ellos el creciente grupo de amigos de la Fundación, cuya consolidación es vital para la Fundación.

Dña. Pilar Citoler, D. Alfredo Jimeno, D. Jean-François Botrel, D. Darío Villanueva, D. Jesús Fonseca, D. Santos Sanz Villanueva, o Robert Verdonk, son algunas de esas personas, que tanto nos vienen apoyando desde hace años, y a los que la Fundación tanto debe.

No puedo terminar mi intervención sin señalar y agradecer una vez más el papel esencial de soporte permanente y de apoyo incondicional que desempeñan nuestros Presidentes de Honor, los Duques de Soria, desde su convicción personal de que la labor de la Fundación es merecedora del máximo apoyo desde todas las perspectivas e instancias.

Muchas gracias a todos ustedes por acompañarnos.

Lección Magistral 

Lección magistral de Eduardo Martínez de Pisón en la sede dela Fundación Duquesde Soria de Ciencia y Cultura Hispánica en el Convento dela Mercedde Soria, con motivo de la inauguración del curso académico, el día 4 de julio de 2018.

PAISAJES E HISTORIA.

I.- Significado histórico del paisaje.

Paisaje y territorio.

Escribía el poeta Jorge Guillén, en su obra Clamor, estos dos versos:

“Me despierto en mis palabras […]

y por ellas estoy con mi paisaje”.

Paisajes, pues, de palabras. Y continuaba con estos otros dos:

“¿Península? No basta geografía.

Queremos un paisaje con historia”.

Es justamente de lo que vamos a tratar aquí: intentaremos hacer explícito lo comprimido en un verso, el paisaje con historia. Pero, además es inevitable. El paisaje es historia, aunque también sea geografía.

No obstante, es preciso distinguir primero los términos “paisaje” y “territorio”, porque a veces son confundidos por historiadores y geógrafos. No es asunto difícil de definir y diferenciar, aunque sea de naturaleza sutil, pues el paisaje es un territorio interpretado. Se basa en el territorio, pero es un grado más que él, pues contiene su imagen, su percepción y su representación. Es territorio, por tanto, más cultura. Configuración más figuración. Ambas constituyen el paisaje, no son opuestas, sino distintas. El paisaje se suma, así, al territorio.

Por un lado, el paisaje configurado se establece sobre la forma y la faz de los hechos físicos, rurales y urbanos, por lo que es un producto evolutivo, en lo material y natural, e histórico en lo humano. Es un corte en el presente de un tiempo geográfico. Un acumulador de pasado y un presente cambiante que muestra tendencias, es decir, atisbos de futuro. Y toda configuración geográfica se establece sobre unas estructuras naturales y humanas que pueden no ser visibles directamente, pero que son causales.

Por otro lado, el paisaje figurado pertenece a la cultura, al arte, a la moral, contiene proyecciones humanas, históricas y sociales. Corresponde, como dijimos, a una interpretación. El paisaje, para conseguir ser tal, requiere una conversión automática del panorama desde la cultura, ser visto en una perspectiva cultural, que puede incluir la científica, la filosófica e incluso la popular. Pero es el arte lo que lo manifiesta constantemente. El arte del paisaje, claro está. O su  ausencia. El arte literario y, es evidente, el pictórico. Pero también el musical.

En una revista española del primer cuarto del siglo XX, en los inicios de nuestro alpinismo, se describía el seguimiento emocional del paisaje de la montaña en La Sinfonía alpina de Strauss, que se acababa de estrenar en Madrid. Se expresaba la conexión de sensibilidades en la descripción musical de la sucesión de la noche en la montaña, la salida del sol, la subida por la ladera, el paso por el bosque, la cascada, la pradera, el ventisquero, la cumbre, la niebla, la caída de la tarde y la llegada de la tempestad y, de nuevo, la noche. Es el paisaje en el tiempo expresado en sonidos suaves, vivos, poderosos, acuáticos, que van dando cuenta de los lugares y sus sentimientos. Cuando Wagner describe el ambiente de su Parsifal, en un monte, Montsalvat, crea su propio paisaje en “las montañas septentrionales dela España gótica”, con un “bosque umbroso y triste”, “terreno rocoso” y, “en la parte central, el terreno se ahonda formando un lago”. Sin paisajes no hay relato, historia, no hay música. Sin escena no hay arte.

En todo caso, el paisaje suma, como vemos, configuración y figuración.

El paisaje como documento y patrimonio.

El paisaje es, así, un documento histórico, pues guarda en su estructura, en su forma y en su rostro componentes de su formación en el tiempo.  Por ello, es un “lugar de memoria”, en expresión propuesta por los geógrafos. Y también de futuro. Es, pues, el lugar completo, en lo espacial porque reúne y formaliza todos los factores, fuerzas, componentes y unidades del entramado geográfico, y en lo temporal porque fluye, se hace, rehace y deshace históricamente y, de este modo, acumula componentes históricos.

Por ello, es el lugar con valores patrimoniales. Valores formales, pues su resultado es una morfología geográfica. Valores históricos, ya que es una decantación del tiempo. Valores estéticos, puesto que presenta belleza y representación. Valores vivenciales, porque es el lugar de la existencia.

Y, por todo ello, el paisaje es el lugar de la nostalgia. Del tiempo que “ni vuelve ni tropieza”, expresado por Quevedo. O, en otra famosísima reflexión poética, bien simbólica, del mismo autor: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados, / de la carrera de la edad cansados, / por quien caduca ya su valentía”.

Como producto de una historia común, encontramos nuestra identidad en el paisaje. Porque el paisaje, aunque no contiene toda la verdad, es veraz, no engaña ni tiende trampas. En todo caso, muestra lo efímero de la historia en la permanencia del lugar. No hay como recurrir a los archiconocidos versos de Rodrigo Caro: “Estos, Fabio, ¡ay dolor! Que ver ahora / campos de soledad”, etc. En síntesis: todo desaparece, cambió la suerte.

II.- Significados en nuestra cultura.

Sentimiento del paisaje.

Sin pretender dibujar más que unos breves rasgos, recordaría, primero, como aproximación a una historia rápida del sentimiento del paisaje, la frecuencia del tema de pastores y serranas en la poesía tradicional española. En efecto, allí aparecen majadas, serranías y viajeros extraviados, como aquel malherido que decía: “que no muera yo en esta montaña”. O la pastorcica que iba “por el monte sola / ¿cómo iré, cómo iré? / ¡Ay Dios!, ¿si me perderé?”. Pero todo ello, casi sin excepciones, acaba por producir más angustia que gozo.

La imagen del “Beatus ille” campesino, de la “alabanza de aldea” y de la “vida retirada” pertenecen, pues, a otra vertiente. Ésta, en cambio, es la cara del gozo explícito en el paisaje. Es, por ejemplo, la de “Fabio, las esperanzas cortesanas / prisiones son do el ambicioso muere / y donde al más activo nacen canas”. Grandes plumas cultas, como fray Luis, Lope, Quevedo, Garcilaso o Góngora, entre otros, siguen raíces bien conocidas que conducen a la alabanza del retiro. Y fray Luis podría considerarse su más renombrado escritor con la “escondida senda” que lleva a la alabanza complaciente: “¡O campo!, ¡o monte!, ¡o río!”, siendo todo ello “deleitoso”. Incluyendo la montaña: “Sierra, que vas al cielo / altísima […] / recíbeme en tu cumbre”.

Unamuno acude al paraje dela Flecha, en 1902, “cuyo sosiego cantó el maestro fray Luis de León”, para contrastar sus sentimientos en el mismo paisaje. Lo considera, por ello, “paisaje histórico”, tanto o más que otros escenarios de sucesos renombrados, evocadores de peleas y fratricidios. Porque, “si en España hubiese entrañable cariño al tradicional consuelo de nuestra poesía, serían los lugares que inspiraron a nuestros poetas […] términos de visita”. Paisaje histórico, pues, donde el arte y no la guerra dejó su huella, y casi incitación temprana al viaje cultural en el rastro de los poetas. La vega es, en línea con tantos sotos literarios, el lugar elegido: “Allí –añadía Unamuno-, el sentimiento castellano dela Naturalezallega en fray Luis de León a cobrar conciencia de sí […]. No fue el ceñudo páramo el que le atrajo […] sino un tranquilo rincón a orillas del Tormes”.

Nuestro Jovellanos, ya en el siglo de las luces, fue gran territorialista, por ejemplo enla LeyAgraria, pero también se rindió al paisaje en el Guadarrama y en Pajares. Enla Sierrade Guadarrama se sintió Rousseau por unos días. Allí descubrió “el ameno valle”, el monte, el “claro río”, la fronda boscosa, las peñas, los álamos, y su conjunto (es decir, el paisaje) se le apareció como un todo complaciente. Naturaleza, paisaje y montaña parecieron cobrar –como en Europa- interés y hasta pasión cultural, pero la luz del siglo no creció ni duró lo debido.

Del romanticismo habría cabido esperar una intensificación del aprecio al paisaje, pero éste fue tardío y no abundante. Como escribían Dámaso Alonso y José Manuel Blecua en su Antología de la Poesía Española tradicional, “el romanticismo español parece confirmar nuestros temores. Cuando Inglaterra ha pasado por los laquistas a Byron, Yeats y Shelley; cuando Alemania acaba de perder a Goethe y Heine acaba de publicar Buch der Lieder; cuando en Francia están  en plena producción Victor Hugo, Lamartine, Vigny y Musset, cuando en Italia, recién desaparecido Fóscolo, está llegando a sus últimos años Leopardi, España, si contemplamos las cosas con desapasionamiento, no tiene mucho que presentar. Quizá a veces nos atraen el garbo y el señorío de Espronceda, y las animadas y coloreadas evocaciones de Zorrilla; y otros poetas de segundo orden esperan quizá una revaloración: eso es todo”.

Hacia el 98 y sus paisajes.

Se ha dicho que la novela El caballero encantado, de Galdós, publicada en 1909, es una síntesis de regeneracionismo, institucionismo, noventayochismo y hasta cervantismo. Por tanto, en ella, tal caballero viaja por España y en concreto por la provincia de Soria con todos los ropajes culturales del cambio de siglo.

Pero los años del regeneracionismo son, en realidad, los de “los males de la patria”, los de los defectos físicos de la geografía de España que hay que corregir: estepas, aridez, tierras polvorientas. Es el clamor por una política hidráulica. Es aún tiempo de territorio, no de paisaje. Decía antes que el paisaje requiere otra percepción, incluso aunque brote dentro del mismo regeneracionismo.

La palabra “paisaje”, en castellano, se empieza a emplear por escrito en el siglo XVII y en letras americanas. En concreto, está datada en 1690, en El divino Narciso, de sor Juana Inés dela Cruz. Aún entonces, en pintura, que ya tenía buenas escuelas paisajistas, por ejemplo en Italia y en los Países Bajos, y que se practicaba en España nada menos que por Velázquez, se hablaba entre nosotros de pintar “países”, todavía no “paisajes”. Sin embargo, son las corrientes artísticas las que acabarán por traer el paisaje a la geografía, tomando con Humboldt –entre la ilustración y el romanticismo- definitiva plasmación geográfica. Contagiarán a la ciencia, mientras prosiguen en la literatura y la pintura.

Como venimos viendo, en España, como en todo lo romántico nuestro, será más tardía la entrada de tal corriente. Sin embargo, hay claroscuros. Por una parte, es temprano el tema del discurso de entrada en la RealAcademiaEspañola de Manuel Cañete, en 1853, sobre el sentimiento de la naturaleza en nuestra literatura. Y, como ejemplo de precedente viajero en el XIX con temple paisajista, podemos poner a Pedro Antonio de Alarcón, aparte de Bécquer o Zorrilla o Larra. Así recordaba Alarcón en 1877 sus andanzas juveniles en una charla, recogida en sus Viajes por España: “¡Parece imposible que la edad nos haya reducido a tal grado de miseria! ¿Somos nosotros aquellos héroes que, hace algunos años, recorrían en mulo o a pie las montañas más altas de Europa, expuestos a perecer entre la nieve, sólo por ver un ventisquero, una cascada, o el sitio en que los aludes mataron a tal o cual impertérrito naturalista? ¿Somos nosotros los mismos que pasaron noches de purgatorio en ventas dignas de la pluma de Cervantes, por conocer las ruinas de un castillejo moruno, los que hicieron largas jornadas en carros de violín, por contemplar un retablo gótico; los que sufrieron a caballo todos los ardores del estío andaluz, buscando el sitio en que pudo existir tal o cual colonia fenicia o campamento romano? ¿Somos nosotros los atrevidos exploradores dela Alpujarra, los temerarios visitantes de Soria, los que llegaron por tierra a la misteriosa Almería, y, sobre todo, los intrépidos descubridores de Cuenca…., de cuya existencia real se dudaba ya en Madrid cuando fuimos allá, sin razón ni motivo alguno, y en lo más riguroso del invierno, tripulando un coche-diligencia que volcó seis veces en veinte y cuatro horas?”.

Sin embargo, salvo estos escasos afanes viajeros y paisajistas, nuestros literatos fueron escasamente dados a salir de sus calles y tertulias. Así bromeaba el pintor Ricardo Baroja, refiriéndose al entorno de la generación del 98, que los bohemios madrileños tenían “fobia por todos los países que se extienden más allá del Teatro Real y dela Iglesiade San José”. De Valle Inclán y de Solana escribía que eran “enemigos del aire libre”. A pesar de ello, el mismo Ricardo con su hermano Pío y con el escritor Ciro Bayo se lanzaron por entonces ya de viaje al sur de Gredos con un borrico, una tienda de campaña, un saco de habichuelas y capotes de monte. Es decir, algo estaba cambiando. Cuando los paseantes que iban con Unamuno por los alrededores de Bilbao tropezaron con unos aldeanos, éstos los miraron inicialmente con suspicacia, pero, cuando los identificaron, hicieron el siguiente comentario: “Éstos no son de minas ni de aguas. Sólo vienen a ver. Inocentes”. Así era, cabalmente, porque trataban del paisaje, no del territorio.

Había ocurrido que, en 1886, Giner de los Ríos había publicado en una revista de Barcelona, como decantación de pensamientos y actividades, un artículo convincente llamado “Paisaje”. El “paisaje” de Giner abarcaba todo, de la piedra al hombre, de modo aglutinante, hasta el arte que lo representa. Hasta el goce que produce su vista, sus ruidos y aromas, en un “todo indivisible”. Y, además, ponderaba el bienestar que produce, la creatividad que procura, el conocimiento que inculca y la identificación que logra.

Decía expresamente: “Rompamos […] los vínculos de la servidumbre cortesana y vámonos al campo”. Este “vámonos al campo” fue la consigna. Y allí, en lo inmediato, encontrará el viajero “la cultura en su nación”, en lo propio, el fruto cercano para “labrar en las honduras del espíritu caminos de regeneración y de progreso”. Giner dio por sentado un acuerdo, pues, entre paisaje y territorio: era un principio pedagógico, pero también mucho más. A partir de aquí hay una verdadera eclosión del arte del paisaje en España, fundamentalmente en la generación del 98, tanto literaria como pictórica. Los noventayochistas no fueron pesimistas respecto al territorio, sino devotos del paisaje. El 98 contiene así la clave de la cultura moderna española del paisaje aplicada a nuestra realidad geográfica específica, elaborada por nuestros propios intelectuales y de ella deriva toda una imagen. El paisaje, decía  bien Machado, es “un asunto en que pensar” y lo fue con abundancia. Una mirada de radio mayor al mundo no podía sino hacerse cargo de todo lo que el romanticismo europeo había dedicado al paisaje, aunque aquí hubiéramos estado más atentos a otros asuntos.

Fue una literatura que otorgó valores y significados a los hechos geográficos, a la meseta, al monte, al páramo, la arboleda, la vieja ciudad y la aldea. Hay tres ideas clave en el paisajismo del 98: la reciprocidad con el entorno, la concordia entre cultura y lugar y la aceptación de lo propio. Es una interpretación de España a través de su paisaje. Y de este mismo,  como escenario común de esperanzas y decepciones, como expresión concentrada de identidad colectiva para una “devolución de España a sí misma”.

Detrás de Unamuno están, además, Byron, Senancour, Leopardi. El campo –decía don Miguel- es una metáfora y los paisajes desnudos –el desierto, la cima de granito- los esenciales. Machado hablará de una geografía “emotiva” y de la proyección espiritual del contemplador, de modo que hay otra geografía frente al paisaje, la geografía del espíritu. Y en el olmo viejo el lector reconocerá sus signos culturales. Azorín relacionaba campos y ciudades con la literatura en un intento trascendente de sentir los paisajes, de encuentro con lo histórico en la severa y sutil belleza de España. Hay que infiltrar el paisaje en nuestro espíritu, escribía Azorín. En sus palabras, con más énfasis: “la base del patriotismo es la geografía”. Y, en esa geografía sensible, en una pequeña ciudad, en un balcón, encontrarás siempre a un hombre, meditador y triste, con la cabeza apoyada en su mano, a quien no podrán quitar su dolorido sentir.

Son también, como decíamos, los años del paisajismo pictórico e incluso fotográfico. Años pasajeros, pero bien fértiles, desde Haes, pasando por Morera, Sorolla, Beruete, Regoyos, Espina o Zuloaga. Y pasajeros porque es notable el posterior agotamiento del ciclo literario paisajista, tras la recuperación viajera de Cela y sus seguidores, de Delibes y hoy casi sólo Llamazares, aunque quizá esté habiendo una vuelta al libro de viajes por las tierras peninsulares, por ejemplo con Armada y Escapa. Ese ciclo se cierra en lo novelesco con La lluvia amarilla de Julio Llamazares, en 1988, el testimonio de la despoblación del campo, del abandono de la tierra, de la muerte de un lugar en un libro-quejido que habla de la llegada de una soledad definitiva a los paisajes.

Tal vez para recuperarnos de este cierre de ciclo cabría recordar otra veta paisajista del XX, la imaginaria, la creadora de paisajes fantásticos, como la que cultivó, entre las nieblas de Mondoñedo, Álvaro Cunqueiro. Pongamos dos ejemplos entre otros siempre amenos: uno, cuando se refiere a los mapas parlantes, que hablaban a los viajeros medievales y les indicaban de palabra las rutas adecuadas, casi una premonición de los GPS actuales. Otro, con la historia fabulosa de San Gonzalo, obispo de Mondoñedo, que fue avisado de la existencia de una ballena moribunda varada en una playa, y que bajó hasta la costa exclusivamente para confesarla. Por habernos hecho disfrutar con su imaginación (después de él también extinta), merecía dedicar aquí a Cunqueiro, el gran fabulador de geografías, al menos esta breve cita.

La tierra tangible.

En 1952, Eduardo Hernández-Pacheco publicó su obra El solar en la Historia Hispana, en el Real Academia de Ciencias Exactas, con 757 páginas a gran formato. Según sus palabras, era “un relato histórico” sobre las características geográficas y geológicas dela Península, “engendradoras de vegetación”. Su objetivo era reseñar el “influjo que en los acontecimientos de la historia hispana han ejercido el solar […] y la floresta”. Estaba concebido como un estudio de Ciencias Naturales, una síntesis de la “evolución de la civilización hispana” en relación con el ambiente. Trataba, pues, de establecer una relación –donde ésta se diera- entre naturaleza e historia, entre ambiente geográfico y hechos históricos. Para ello, su exposición va desde los pueblos cazadores a los ganaderos, los agrícolas, la romanización, pasa por las Ordenanzas de Felipe II,la Mesta, las desamortizaciones y llega a la industrialización de mediados del siglo pasado. Aborda, pues, el interesante tema de la relación entre cuadro natural y desarrollo histórico, pasa por encima del delicado asunto de sus influencias mutuas sin entrar en tesis sobre un determinismo explícito, y expone históricamente una amplia secuencia de territorios y paisajes.

Cinco años después, en 1957, Manuel de Terán publicó un ensayo sobre determinismo y posibilismo entre la geografía y la historia, que matizaba de forma abierta y profunda estos sutiles aspectos, casi ideológicos, que habían dado lugar a conocidos quebraderos de cabeza y a diferentes tesis, a veces voluminosas, entre los profesionales de la filosofía, la historia y la geografía. Tenía, en efecto, el formidable precedente extrageográfico de las consideraciones filosóficas de Ortega y Gasset, que había distinguido entre “medio” y “paisaje”, entendiendo el primero como constricción y el segundo como libertad.

De modo que, para la filosofía, este entendimiento del “paisaje” vendría a ser la solución al problema de la causalidad de la geografía en la historia, pues el paisaje influye, pero no obliga, el paisaje resulta, no arrastra. Es, en fin, en este sentido, una parte de la circunstancia orteguiana a la que podría aplicarse, por analogía y con singular trascendencia, aquello de yo soy yo y mi paisaje (circunstancia) y si no lo salvo a él (o élla) no me salvo yo. Antes, el ingenioso Voltaire ya había salido al paso del determinismo geográfico cuando escribía: “Es indudable que el terreno y la atmósfera influyen en las varias producciones de la naturaleza, siendo más a propósito para unas que para otras, empezando por el hombre y terminando por los guisantes”. En concreto, para Hegel y Ortega, la historia será algo por encima del medio, un “proceso del espíritu” o “el progreso en la conciencia de libertad” o, lo que no es exactamente lo mismo, “el progreso de la conciencia en libertad”. En suma, volviendo a citar a Voltaire, éste ya había despachado el asunto, respecto al saber, afirmando: “el clima tiene alguna influencia, el gobierno la tiene mayor, y la religión y el gobierno juntos influyen mucho más”.

En 1952 escribió también Terán su introducción a una voluminosa Geografía de España, que tituló “La genialidad geográfica dela Península Ibérica”. Se refería a una genialidad cultural, producto de la historia, “de afanes y trabajos, sueño y pensamiento”, que fue convirtiendo el medio natural en “paisaje de cultura, animado y nutrido de genialidad y savia espiritual”. Decía así: “Paisaje amasado de tierra y cultura: olivo centenario cuya raigambre se nutre de la hondura de la tierra y cuyo tronco y hojas han modelado ciclos de vientos y soles, de afanes y humana sabiduría”. En estos casos, definidos por la evolución cultural, la geografía no trata sino los paisajes “con historia”, tal como quería el poeta.

III.- Nuestros paisajes.

Paisajes cerca de Soria.

Quisiera, por último, centrar la atención en los paisajes que ahora nos rodean, montaña, llanos, río, campos, pueblos y ciudad. Esos terrenos que tanto hemos trabajado y querido en el seno dela FundaciónDuquesde Soria.

No nos faltan, además, modelos literarios de primer rango como espejos culturales de tierras y gentes. Cánones de paisajes hechos palabras, como los de Machado, una elevación de la tierra por la proyección en ella del espíritu; el milagro de una mirada que vuelve paisaje lo que, sin ella,  era sólo piedra, agua, mina, madera, pasto, frío, descampado. Ortega y Gasset, en sus páginas sobre Castilla de sus “Notas de andar y ver”, hablaba del pasado, “alamedas del pasado” a las que volver la mirada para encontrar valores, los de “Castilla la gentil” del poema del Cid. Se refería a la delicia de “caminar por una tierra […] con ruinas de antiguo esplendor, una mañana limpia”, como la delicia de un retorno en el paisaje. Encontraba, por un lado, placer al reconocer la historia en la geografía. Y confesaba, por otro, sus raíces institucionistas y noventayochistas: “Existe el prejuicio inapreciable de no considerar bellos más que los paisajes donde la verdura triunfa. […] En cambio, don Francisco Giner, para quien sólo lo inútil era necesario, solía insistir sobre la superior belleza del paisaje castellano”. Cierto que tal paisaje también posee verdor (o verdura), pero Ortega prefería el de tonos cálidos (rojos y áureos), que “aumenta las pulsaciones”.

Un punto más cerca, recordaba Dionisio Ridruejo que “hoy se habla dela Soriade Machado más que dela Sorianumantina”. “Soria será el paisaje subjetivable por excelencia, el paisaje-alma”. El paisaje, pues, esencial. Aunque la “Soria-castillo” de todos los poetas, fundada en su relieve, su cíngulo de montañas (Urbión, Moncayo, Pela) y sus valles internos con el eje del Duero, fue realmente hecha “región” por su activa Comunidad de Ciudad y Tierra en los difíciles terrenos de frontera. Otro castillo histórico, pues, en el castillo natural, feliz ejemplo de paisaje en el paisaje de nuestras teorías sobre la historia en la geografía.

El Duero, el río de los poetas, nos permite un corto viaje final. Hay dos descensos literarios recientes del río Duero, ambos de Urbión a Oporto, uno de un geógrafo, Rafael Cerrada, y otro de un escritor, Ernesto Escapa. Todo descenso de río cuenta una historia y es símbolo de nacimiento, vida y muerte desde nuestros poetas castellanos clásicos. Algunos ríos, dicen otras fuentes, hablan y piensan o son como las almas de los paisajes, pues los reflejan en sus aguas, o son alegorías del tiempo, metáforas del correr de la vida. Los ríos tienen biografía y todo el paisaje coopera en su curso, su reunión física e histórica; los ríos son caminos y los valles son ejes de asentamientos, de comunicaciones, de provechos, de comunidad, de la primera idea de región. Un río es un retablo vivo.

El río es, así, un género literario o una música en el tiempo, porque en él hay más que hidrografía, por supuesto más que fontanería. Es el paisaje que recorre desde el nevero original en la sierra y que pronto se vuelve útil en el mismo nombre de Molinos de Salduero y, poco más allá, poético y machadiano y, si estuviera vacante la plaza de santero, estaría entregado a Gaya Nuño, quien creía que los sorianos poseen las claves secretas de la poesía de Machado: los ríos, cerrillos y sierras, los paisajes. “Nadie había cantado al Urbión –constataba Gaya- , a la sierra Cebollera y al Moncayo”. Machado estaba rodeado de paisajes. No tuvo Soria, sin embargo –añadía-, pintores, pese a las indicaciones constantes del poeta con su grises, cárdenos, violetas, dorados, verdes… Fue Soria un paisaje de palabras, de paisajes escritos: y así ocurre aquí también que, firmemente, como en la poesía de Guillén que citábamos al principio de esta lección, con mis palabras estoy con mis paisajes.

Pese a ello, Escapa recuerda, en justicia, a algunos pintores del alto Duero, pero que no han dejado el mismo rastro que el de los poetas, incluyendo por supuesto a Gerardo Diego, o el de los novelistas como Baroja. Las “Canciones del alto Duero” de Machado se han erigido en las traducciones culturales de nuestros paisajes: “en las sierras de Soria, azul y nieve”, hasta la famosa “curva de ballesta” en torno a la ciudad, donde “parece que las rocas sueñan”. De modo que ahora Soria es rocas que sueñan y campos que meditan. El paisaje añade sustancia.

Siguiendo el río reaparece la historia como fundamento al alcanzar Numancia. Así lo escribía Schulten, cuyo oficio fue el de desvelar historias en el paisaje: “El que contempla una vez el magnífico panorama que se divisa desde lo alto de Numancia no lo olvida jamás”. (Atención: no hay que mirar hacia Numancia, sino desde Numancia). Desde allí, el paisaje es una síntesis: “la emoción del paisaje numantino brota en las horas quietas del atardecer”. Indicaba Martínez Laseca en el libro Soria en el paisaje que tal paisaje es “un sentimiento previo” y citaba a Gaya como prueba, cuando éste afirmaba que “nada puede ver en Numancia quien no traiga a Numancia en el corazón”. Historia y sentimiento iluminan el paisaje.

En el mismo libro, Alfredo Jimeno, que puede referirse a Numancia con autoridad, definía el lugar como “un paisaje celtibérico entre rebaños y campos” y hacía una feliz distinción entre “realidades” y “representaciones”. Marcando, de nuevo, el giro sustancial, cuenta lo que ve Numancia desde su posición, desde el cerro vigilante hacia su entorno, pues es lo justo otear desde el otero, mejor que a la inversa. Pero aún más difícil es otear desde el tiempo, desde el remoto cerro del tiempo y ver el mundo como numantino o el paisaje como celtíbero. Con razón decía Machado que “para saber algo del mar hay que ser un tanto pescador y un tanto pez”. O imaginativo, tal vez, como el caballero encantado de Galdós, antes citado, que creyó oír en Numancia el rugido del león del tiempo. Para Ortega y Gasset Numancia hace gestos a su  paisaje; los “lugares de memoria”, como Numancia o Covadonga, comola Flechade fray Luis y Unamuno, son signos de la historia. Todo es evocación en ellos para quien sabe ver. Aquí mismo, sorianos, la evocación surge de los olmos viejos, las sierras blancas, las casas denegridas y hace que los paisajes vayan conmigo, como los álamos de las márgenes del Duero, los que Machado sentía que “mi corazón os lleva”.

En fin, para acabar con el motivo expuesto desde el principio de esta lección, vuelvo de nuevo al verso de Guillén, a su “paisaje con historia”. Nada mejor que interpretarlo mediante una intensa frase de Unamuno, escrita en 1911, al mirar hacia Gredos desdela Peñade Francia, pues señala para todo lugar el sentido de reciprocidad con el panorama: “Allí, a solas con la montaña, volvía mi vista espiritual de las cumbres de aquélla a las cumbres de mi alma, y de las llanuras que a nuestros pies se tendían a las llanuras de mi espíritu”. Esta es la hondura mayor de la relación entre paisaje e historia. Que no se enturbie, amigos, este doble espejo del paisaje y del espíritu.

Eduardo Martínez de Pisón

Soria, 4 de julio de 2018.